Primera reimpresión, 2009
Segunda reimpresión, 2014
Edición: Lic. María Luisa Acosta Hernández
Diseño interior y cubierta: Lic. Carmen Padilla González
Corrección: Natacha Fajardo Álvarez
Composición y emplane: Irina Borrero Kindelán
© Fernando Fornet Piña, 2006
© Sobre la presente edición:
Editorial Científico-Técnica, 2015
ISBN 978-959-05-0791-5
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Yo amo tus caderas
porque en varias maneras
han sabido darme el placer sin igual
de ser lúbricas esferas
y de ser hilanderas
de la rueca del Acto paraisal.
Y al ver tus gentiles caderas
—acoplado contigo de varias maneras—
mover con sabiduría sus hechiceras
blancuras de nube estival,
he sentido ansias fieras,
de adorarlas, de herirlas, si no fueras
a veces tan fría y tan paradojal,
tan fría y tan irracional,
y tan sensual...
Regino E. Boti
Esta expresión parece inusual y realmente no lo es. Durante meses hemos trabajado en producir un libro cuyo tema central es la comida o mejor dicho la cocina y otros afrodisíacos, pero no es extraño que se nos antoje, también, apuntar la generalización del concepto y hablar de una gastronomía erótica.
¿Qué se entiende por eso?
Si imaginamos que los platos y otras preparaciones contenidas en este trabajo se van a elaborar de la misma manera convencional que, diariamente, se prepara un manjar que nos devuelva, en una rutina necesaria, las fuerzas reparadoras, estamos equivocados. Se supone que todas las recetas que se han incluido con este objetivo deben estar condicionadas por la idea prefijada de manifestar, en alto grado, las potencialidades que subjetiva u objetivamente nos van a acercar al anhelado propósito de elevar la capacidad amatoria del destinatario y del remitente. Y en este sentido acompañar cada propuesta con la posibilidad de extendernos hacia el universo mayor que representa toda la gama de ofertas que nos proporciona el amplio concepto de gastronomía. Así, un sugerente digestivo materializado en un cóctel de fantasía, permitiría abrir las puertas de la emotiva velada, hasta cerrarla con una incitante infusión de café preparada al efecto, después de haber recorrido el procedimiento formal de una cena, entre un tentador entrante y un postre estelar.
¿Cómo proceder?
En primer lugar, se debe, previamente, estudiar las recetas; después, escoger los ingredientes con cuidado. En el caso de aquellos ingredientes que se exhibirán sin mayores transformaciones externas aparentes, deben tener características que los identifiquen con el lenguaje amoroso. Las texturas deben ser suaves, húmedas, gelatinosas, evitando, en todo momento, la resequedad agresiva o vulgar. La recreación debe ser trabajada teniendo en cuenta al receptor o la receptora, sin olvidar que el hombre tiene el mismo derecho, a veces con más razón, para ser el ejecutor de esta feliz y ansiada conspiración.
Los sabores deben ser potenciados sin necesidad de exagerar; pero, a toda costa, impedir que queden desabridos. Además, intercalar en una amalgama agradable un conjunto de colores sugestivos y favorecer el espectro que forma el rojo hacia el amarillo, evitando los colores difusos o confusos.
No dé la impresión que la comida preparada vino de alguna parte preelaborada, como sucede con los platos que se entregan a domicilio. No recuerdo haber oído, y creo que nunca lo oiré, que la comida repartida en cantinas, la de una familia, casa de huéspedes o el casi inevitable comedor de un centro de trabajo, se haya catalogado como afrodisíaca, erótica, pasional o cualquiera de los adjetivos con los que queremos definir la nuestra. ¿Por qué? Porque esta, la nuestra, la de este libro, aunque le parezca en algunos casos habitual, se debe acompañar por una dosis significativa de su iniciativa ardorosa para que surta el efecto que pretendemos.
La presentación unida a la decoración requieren un cuidado especial. Ahí va la última y más prometedora de las insinuaciones. Todo eso como un conjunto en la mesa, de manera que sugiera una ingenua complicidad. El mantel, la loza, la cubertería, la luz artificial —eléctrica o no—, la disposición, la introducción al servicio —recuerde que es conveniente solo para dos—, harán que la elaboración se dirija de forma ineludible hacia el objetivo deseado.
Incorpórele su creatividad y comprobará que la cocina voluptuosa y sensual existe, en la misma medida que impera la magia de los prestidigitadores que, en actos extraordinarios de ilusión, son capaces de desaparecer una persona delante de nosotros o hacerla flotar retando la invariable ley de la gravedad. Así de simple y de complicada es la cocina erótica. ¡Confírmelo usted mismo!
¼ taza (la de café con leche) = 60 mililitros
1/3 taza = 80 mililitros
½ taza = 120 mililitros
2/3 taza = 160 mililitros
1 taza = 240 mililitros
1 ¼ tazas = 300 mililitros
2 tazas = 480 mililitros
2 ½ tazas = 600 mililitros
4 ¼ tazas = 1 litro
1 cucharada de agua o leche = 15 mililitros
1 cucharadita de agua o leche = 5 mililitros
1 litro de agua = 1 000 mililitros = 1 kilogramo = 1 000 gramos
1 kilogramo = 1 000 gramos
½ kilogramo = 500 gramos
1/3 kilogramo = 330 gramos
¼ kilogramo = 250 gramos
1 cucharada rasa de harina de trigo = 10 gramos
1 cucharada colmada de harina de trigo = 25 gramos
1 cucharada rasa de azúcar = 15 gramos
1 cucharada colmada de azúcar = 30 gramos
1 cucharada de leche = 15 gramos
1 taza de harina de trigo = 240 gramos
1 cucharadita rasa de harina de trigo = 5 gramos
1 cucharadita colmada de harina de trigo = 8 gramos
1 taza de productos a granel = 240 gramos
½ taza de productos a granel = 120 gramos
1/3 taza de productos a granel = 80 gramos
¼ taza de productos a granel = 60 gramos
1 taza de productos ligeros (pan rallado, galleta molida, trigo...) = 120 gramos
½ taza de perejil picado = 60 gramos
La cocina erótica no es un acontecimiento de tiempos recientes. Las referencias históricas son muy lejanas y ya, desde épocas remotas, el hombre buscaba mejorar el deseo sexual a partir de incursiones en comidas raras y exóticas o en otros potenciadores milagrosos. Como observará, en este tema todo estaba o está permitido y si no todo, casi todo, que no es lo es lo mismo, pero es igual.
El hecho de vincular la comida con el erotismo es un impulso natural de autoconservación de la especie. ¿Cómo sería posible la reproducción o la preservación humana sin la participación conjunta o separada, de estos dos placeres? De hecho, en el empeño de unir este binomio, han surgido infinidad de alternativas y curiosidades que, históricamente, han ido acercando al hombre a la superstición, la magia, el oscurantismo, la cábala y, más cerca, a la ciencia, con el afán de demostrar, a veces, lo indemostrable, o tratar de asentar en un terreno firme, infinidad de creencias populares surgidas a través de los siglos.
Desde un inicio, se concibieron palabras que denotaran la capacidad potenciadora del deseo sexual, y para eso se utilizó la similitud gramatical y fonética de los dioses afines. Afrodita y Eros en la mitología griega o Venus y Cupido, en la mitología romana, fueron los dioses que representaron el amor en el apogeo de ambas culturas milenarias. Surgieron entonces palabras que hoy son tan comunes, como afrodisíaco y erótico. Pero, incluso, se llega afirmar que ya desde épocas remotas —alrededor de 4 000 años— se escribía en ciertos papiros egipcios sobre determinados productos milagrosos que potenciaban el deseo amoroso. De hecho, las primeras alusiones sobre los productos con estas cualidades se referían a alimentos naturales con gran parecido en la forma, e incluso en los olores, a los órganos sexuales de los sexos masculino y femenino.
La línea de comportamiento en cuanto a adjudicarle determinadas propiedades afrodisíacas, sobre todo a especímenes del reino vegetal, ha sido algo sinuosa, si se tiene en cuenta que, en cierta etapa de la historia universal, le endilgaron esta capacidad a alimentos tan nobles como la papa y el tomate, los que con su masividad y la respuesta alimentaria efectiva que dieron en su momento a las perennes hambrunas europeas, en lo fundamental la papa, hicieron desaparecer el sortilegio de su fama erótica. Sin embargo, otras plantas han cargado eficaz y permanentemente con esa notoriedad en todas las latitudes, como ejemplo se puede citar la cebolla y el ajo. En el medioevo, comer cebolla se vinculaba con la prolongación de la erección y la obtención adicional de esperma.
Cuba no ha sido la excepción, hombres de ciencia como el destacado botánico Juan Tomás Roig identifica no menos de 20 plantas de nuestro entorno que les acredita esta cualidad.
¿Para comenzar qué? Pues para empezar a deshojar nuestro escogido recetario de platos sensuales.
• 75 gramos de manteca pastelera
• 200 gramos de harina de trigo
• 50 gramos de queso rallado
• 40 mililitros de caldo colado, previamente preparado con una pizca de sal y cebolla
• 150 gramos de pechuga de pavo
• 20 gramos de mantequilla
• Pasta de ajo y perejil
Mezcle la mantequilla con la harina, el queso rallado y el caldo con sabor a cebolla. Este último, intégrelo a la mezcla, poco a poco, hasta que la masa adquiera la consistencia adecuada y homogénea. Prepare una superficie de trabajo lisa, espolvoreándola con harina, y estire la masa con la ayuda de un rodillo, hasta que quede con un grosor fino. Córtela con un cortapastas en las figuras que desee o utilice moldes cortantes para los mismos fines. Coloque las piezas en una tartera de tamaño conveniente, introdúzcala en el horno y hornéelas con una temperatura moderada por unos 20 minutos, aproximadamente. No obstante, vigile la cocción a intervalos para que las galletas no se requemen. Extráigalas del horno y déjelas refrescar. Recorte la pechuga de pavo en piezas más o menos similares al tamaño de las galletas. A cada una de las piezas de las galletas, úntele una pequeña cantidad de mantequilla y coloque, individualmente, pedazos de pavo sobre estas. Por último, prepare una pequeña cantidad de pasta de ajo y perejil, majados en un mortero, y distribúyala de manera equitativa, sobre las galletas. Da para 2 raciones.
Se dice que lo picaresco implica cierto propósito impúdico. En nuestro caso no vamos a llegar tan lejos, solo nos quedaremos en una intención solapadamente ingeniosa.
• 200 gramos de camarones crudos, congelados
• 150 gramos de carne de cangrejo
• 50 gramos de tallos de cebollinos
• 30 gramos de maní tostado
• 20 gramos de almendras tostadas
• 1 cucharada de salsa de ostras o soya
• Gotas de la salsa picante de su preferencia
• 1 cucharada de mayonesa
• 1 cucharada de mostaza
• 4 cucharadas de aceite vegetal
• 1 cucharada de raíz de jengibre, rallado
• 1 limón
• Sal al gusto
• Pimienta, a discreción
• Tostadas finas de pan untadas con ajo
Eche los camarones en un recipiente de loza o barro y con una capacidad adecuada, después de pelados, limpios y cortados en menudos. Adicione la carne de cangrejo, también limpia y cortada en pedazos pequeños. Agregue el cebollino cortado en tramos cortos, el maní y la almendra tostados y triturados. Aparte, prepare una salsa que contenga salsa de ostras o soya, salsa picante, mayonesa, mostaza, aceite, jengibre, limón, sal al gusto y pimienta a discreción; revuélvalo todo, vigorosamente, para que se mezcle bien. Una las carnes de los crustáceos y la salsa obtenida en otro recipiente y manténgalas en frío de conservación por no menos de 1 hora. Sírvalo como entremés de una cena con carácter apropiado para la intimidad, repartido sobre tostadas finas de pan con ajo y acompañado por un cóctel apropiado. Da para 2 raciones.
Parece simple, pero sus ingredientes —los ostiones, el curry y las espinacas— son reputados, universalmente, como voluptuosos.
• 8 ostiones en su concha
• 1 diente de ajo machacado y picadito
• 2 cucharadas de mantequilla
• 1 mazo pequeño de hojas de espinacas, limpias y cortadas bien finas
• 1 cucharadita de polvo curry
• Ralladura de jengibre fresco, a discreción
• 1 cucharada de harina de trigo
Extraiga la carne de las conchas de los ostiones y manténgala en reserva. Limpie bien las conchas vacías y resérvelas también. Eche el ajo en una sartén, previamente calentada, y adicione la mitad de la mantequilla y la espinaca; cocínelos y revuélvalos hasta que la espinaca se marchite; divida esta mezcla en 8 partes iguales y distribúyala entre las conchas. Mezcle el polvo curry, la ralladura de jengibre y la harina, y cubra la carne de los ostiones con esta mezcla; saltéela en la mantequilla restante a temperatura alta, hasta que los bordes de los ostiones se enrollen. Coloque una porción equitativa de ostión sobre la espinaca de cada concha y sírvalo inmediatamente. Da para 2 raciones.
Por lo general, los huevos de cualquier animal ovíparo son apreciados. Algunos cargan con una fama adicional.
• 4 huevos de tortuga
• 1 cucharada de harina de trigo
• 4 cucharadas de mantequilla derretida
• 1 cucharadita de azúcar
Abra los huevos y vacíelos en un recipiente, bátalos bien y agrégueles un roux de harina con mantequilla dorada, en una sartén, y el azúcar. Fríalos en mantequilla, a fuego lento, hasta que obtengan la consistencia de una tortilla. Experimente por sí mismo las bondades que se le atribuyen. Da para 2 raciones.
Nota. Teniendo en cuenta que la tortuga está en veda permanente, en Cuba, los huevos se pueden sustituir por huevos de gallina, adicionando unas gotas de salsa Tabasco al momento de batirlos.
Una receta más de huevo para aprovechar todo lo que la naturaleza concibió para los pequeños embriones por nacer.
• 60 gramos de mantequilla
• 4 rodajas de piña
• 60 mililitros de licor de naranja
• 4 huevos
• 100 mililitros de crema de leche
• Sal y pimienta al gusto
• 4 rebanadas de pan de molde
Vierta los huevos en una sartén o cacerolita engrasada, convenientemente, con mantequilla. Ejecute esta operación con cuidado, para que los huevos no se rompan. Distribuya, con curiosidad, sobre cada una de las yemas de los huevos, la cantidad de salsa picante que ha escogido. Coloque, al lado de cada yema, una rodaja de chorizo. Hornéelos con una temperatura media hasta que endurezcan, sin quemarse. Da para 2 raciones.
Otra más de huevo, como para no dejar escapar ninguna de las oportunidades que brinda este alimento excepcional.
• 2 huevos de pato hervidos y picados
• ½ aguacate, picado
• 1 pimiento morrón en conserva, picado
• ½ cucharadita de wasabi
• Gotas de salsa Tabasco, al gusto
• 1 cebolla pequeña, picada bien fina y dorada en mantequilla
• 1 cucharadita de perejil picado bien fino
• 1 cucharada de vinagre
• Sal al gusto
En una sartén grande puesta al fuego, añada mantequilla, cuando se derrita, adicione las rodajas de piña; dórelas, remójelas y flaméelas con licor de naranja. Extráigalas y consérvelas calientes. Bata los huevos con la crema de leche, sal y pimienta, en un bolo y cocínelos en la misma sartén donde cocinó la piña hasta obtener un cuajado suave. Sírvalos en plato de asado o fuente, acompañados de tostadas de pan, y decórelos con las rodajas de piña. Da para 2 raciones.