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PEDRO POVEDA

AMIGOS FUERTES
DE DIOS

Introducción, comentarios
y selección de textos
D. Gómez Molleda

NARCEA, S. A. DE EDICIONES

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

I. SER CRISTIANO Y PARECERLO (1906-1910)

1. SER CRISTIANO Y PARECERLO

2. PROPUESTAS A LOS JÓVENES

3. LAS CONDICIONES DE CRISTO

II. RENOVAR EL MUNDO (1911–1914)

1. LA SOCIEDAD NECESITA FORTALEZA Y AMOR

2. CONSEJOS PARA EL EJERCICIO DE LA MISIÓN

III. CRISTIANOS ENTRE LOS CRISTIANOS (1915–1919)

1. PARA QUE SEAMOS LO QUE DEBEMOS

2. HASTA QUE CRISTO SE FORME EN VOSOTROS

3. VIRTUDES SÓLIDAS

IV. ESTA ES NUESTRA FUERZA (1920-1923)

1. ESTA ES NUESTRA FUERZA

2. LA EVANGELIZACIÓN, NUESTRA RAZON DE SER

3. CULTURA Y EVANGELIZACIÓN

V. UNA IDEA BUENA (1924-1930)

1. ESTA ES LA OBRA Y NO OTRA COSA

2. LA ALEGRÍA PERFECCIONA LA OBRA

3. VENGAMOS A CUENTAS

VI. NUNCA COMO AHORA (1931-1936)

1. LA MISIÓN EN LOS TIEMPOS PRESENTES

2. AMIGOS FUERTES DE DIOS AHORA COMO NUNCA

CRÉDITOS

PRÓLOGO

Pedro Poveda se nos ha hecho presente en este año de 1993 de forma muy especial. El reconocimiento eclesial de la santidad de su vida y de su martirio tiene un significado inmediato: la declaración pública de que él es testigo de la fe, no sólo para la Institución Teresiana sino para el pueblo cristiano. Él es una preciosa herencia que tenemos que compartir y que ya no nos pertenece del todo. A través de su vida y de su martirio ha dado al vivir y al morir un rostro humano, expresando de ese modo la verdad de sus convicciones, la radicalidad de su opción fundamental y la capacidad de amar hasta dar la vida por el Amigo y los amigos.

Su vida como sacerdote es un signo para nuestros contemporáneos que necesitan profetas en esta hora del derrumbe de las ideologías. Nuestro mundo reclama testigos, como lo fue Pedro Poveda, incrustado como levadura en la masa viva de la realidad. Necesita creyentes, con una fuerte experiencia de trato con Jesús y con el corazón y la mente en el momento presente, compartiendo esperanzas, dolores y responsabilidades. Necesita personas que contagien esperanza y susciten, como él, preguntas, desinstalaciones, entrega sin medida.

Poveda intuyó que el desafío permanente que tenemos los cristianos es crear desde las instancias culturales y educativas, espacios verdaderamente humanizadores como alternativa cultural a la sociedad del tener. A ese desafío responde con la oferta de una educación y una cultura de la vida, sencilla, tolerante, austera y gratuita, con una especial valoración del estudio, de la ciencia y de la competencia profesional; una educación y una cultura de la responsabilidad, centrada radicalmente en el reconocimiento de la dignidad humana, en el encuentro con los otros, en la solidaridad comprometida con todas las personas a las cuales les son negadas las condiciones de una vida digna, y en la apertura filial y confiada en Dios.

Como muestran las páginas que hoy tenemos la satisfacción de presentar, las tareas en las que Pedro Poveda se implicó siguen teniendo total vigencia en nuestro tiempo: formar hombres y mujeres capaces de amar, de compromiso, de entrega, de indeclinable responsabilidad social. Promover un laicado preparado y comprometido en la Iglesia y en la sociedad. Mantener viva la memoria de la vida, las opciones, los gestos, los sentimientos, la muerte y resurrección de Jesús que sigue provocando el deseo de seguirle en la construcción del Reino.

Amigos fuertes de Dios, es un libro que «llama», que pide respuestas y que al mismo tiempo las da; porque para Pedro Poveda las metas más difíciles se pueden alcanzar gracias a la acción del Espíritu. Son menester en este tiempo amigos fuertes de Dios: «Señor –decimos hoy con Pedro Poveda– que yo piense lo que Tú quieres que piense, que yo quiera lo que Tú quieres que quiera; que yo hable como Tú quieres que hable; que yo obre como Tú quieres que obre. Esta es mi única aspiración»1. La aspiración de los amigos fuertes de Dios.

Estamos ante una obra que reactualiza de modo magistral ante nosotros la figura inmensamente tolerante y a la vez exigente de Pedro Poveda. Él, en la sociedad de las primeras décadas del siglo, que atravesaba ya momentos delicados y complejos, supo vivir compenetrado con su tiempo pero sin dejar de acreditar ante sus contemporáneos la firme convicción que llenó su vida: que la renovación del mundo era posible desde la fe en Dios.

El hecho de la canonización de Poveda supone un momento inigualable de exaltación para quien jamás buscó la gloria humana, al tiempo que para nosotros implica una nueva responsabilidad para nuestra fe, para nuestra fidelidad a la misión por la que él supo dar la vida. Porque rememorar la actitud de Poveda hacia los hombres de su época es acrecentar nuestra conciencia de servicio dialogante con el mundo en que vivimos; recordar sus palabras de fe es adentrarnos en lo más profundo de nuestra vida; leer sus textos de entrega a los hombres es dejar inservibles las defensas de nuestro egoísmo.

En suma, me atrevería a pensar que Amigos fuertes de Dios vuelve a colocarnos ante nuestras metas personales y colectivas para identificarnos con lo que somos, resituarnos donde estamos y repensar lo que hacemos: «Temed mucho no sea que hagáis vuestra obra y no la Obra de Dios».

Nadie puede ser exaltado si antes no ha sido humillado. Pedro Poveda lo fue en grado sumo en la vida y en la muerte. Acoger la misión que Dios puso entre sus manos, le valió la experiencia dolorosa de la cruz, pero también la gloria de la suprema liberación. El mismo trabajo y el mismo salario pueden ser nuestros.

Tenemos una deuda de gratitud para el amplio equipo que ha hecho posible la publicación de esta obra. Se trata de un avance modesto, se nos dice en la Introducción, de lo que en días no lejanos podrán darnos de nuevo. Pero el trabajo, el entusiasmo y la dedicación que han puesto en la edición de estas páginas, reclaman ya desde ahora mismo nuestro más profundo reconocimiento.

ARÁNZAZU AGUADO ARRESE


1 Pedro Poveda: Nota personal, 1933.

INTRODUCCIÓN

Nunca como ahora

«Nunca como ahora» es una frase que encontramos frecuentemente en los escritos de Pedro Poveda. Una constante desde el principio al fin de su literatura ascética, hasta tal punto, que se nos antoja una pequeña martingala; una sutil astucia que utiliza para apremiarse a sí mismo y apremiar a los demás a hacer cosas, a ir más allá, a ponerse a la altura, a vivir con talante de alta emergencia.

La excepcionalidad, la urgencia que implica su «nunca como ahora» se argumenta de distintos modos. Unas veces por la vivencia de un momento que le resulta personalmente acuciante; otras, por una experiencia que afecta a lo colectivo. Y otras también sencillamente, por su contrario, por la ausencia inexplicable de un algo que debería ser y no es.

Por una u otra razón el «nunca como ahora» de Poveda se convierte en siempre. Para él siempre hay que estar preparados; siempre hay que estar donde hay que estar, siempre hay que llegar hasta el final y esto desde que comienza su evangelización en el Guadix de principios de siglo, hasta que culminan sus días en el Madrid de 1936.

Y no se crea que esto obedece a un invento. La urgencia está justificada. Piénsese que Poveda vive la España dividida de Machado –«españolito que vienes al mundo / te guarde Dios / una de las dos Españas ha de helarte el corazón»–; el desconcierto de una Europa que salta en pedazos durante la primera guerra mundial. Y como final, el tormentoso remolino de la guerra civil hispánica. Situaciones objetivas que él capta rápidamente –«yo que tengo el corazón y la cabeza en el presente», escribe– y que se siente llamado a afrontar. En una palabra, Poveda como Teresa de Ávila, piensa que en especial «en estos tiempos» son necesarios amigos fuertes de Dios.

Amigos fuertes de Dios

El documento en el que Pedro Poveda recoge íntegramente la frase de santa Teresa –en estos tiempos son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos (Vida, 15, 5)– es de 1929. Era éste un año en el que determinadas circunstancias hacían que Poveda espolease la responsabilidad de un grupo cualificado de colaboradores. Pero como podrá comprobar el lector al ojear estos textos, el argumento que justifica la fortaleza que se pide a los amigos de Dios subyace en todas y cada una de las etapas de su producción ascética. En el principio, en el medio y en el fin.

Pero no es una fortaleza estática, de aguantar en un rincón. Es una fortaleza dinámica, de andar por la calle. Los hombres y las mujeres en los que piensa Poveda, pisan el asfalto, ganan su pan, protestan de las cosas, educan a sus hijos o a los hijos de los demás, se equivocan, aciertan, se vuelven a equivocar, riñen con la familia, darían la vida por ella, echan una mano, rezan, trabajan en lo suyo, se divierten, viven con la gente. Pero creen en Dios, piensan que los hombres son sus hermanos, que el mundo es maravilloso, pero que vale la pena luchar para que sea mejor y sea para todos. En una palabra, los amigos fuertes de Dios en los que piensa Pedro Poveda, son audaces.

Como ha recordado recientemente la actual directora de la Institución Teresiana, Aránzazu Aguado, en su publicación Amigos fuertes de Dios, audaces para su reino, la fortaleza en la pluma de Poveda se dobla de audacia… «No entendamos cosa en que se sirva más el Señor que no presumamos salir con ella con su favor», escribe la Santa de Ávila .Y comenta Poveda: «Este es el programa que demandan los tiempos presentes y las necesidades de la sociedad actual»1.

Los cristianos del siglo xx, según Poveda, pueden y deben aportar a la sociedad contemporánea valores y empeños sustanciales para la construcción de un mundo más solidario. Su presencia es para él insoslayable en aquellos sectores públicos y privados de la sociedad en donde estima que tal presencia es más urgente y necesaria. Creyó firmemente que la transformación del mundo, en sentido más humano y más justo, era posible desde la fe y no renunciando a ella, según la propuesta laicista de su momento. Desde esta perspectiva, la creación de la asociación de seglares –la Institución Teresiana–, que en forma de colaboración organizada recogió el pensamiento y las iniciativas povedanas, constituirá como es bien sabido, un elemento clave para hacer realidad sus deseos.

De ahí otro paradigma, otro modelo, que también subyace a lo largo de todos los escritos povedanos, el de los primeros cristianos. El amigo fuerte de Dios tiene que encarnar la audacia persuasiva, creyente y comprometida de los hombres de la primera cristiandad, que vivieron en un medio que les era hostil:

«La obra que pretendemos realizar ha de ser idéntica a la que imaginaron los primeros cristianos y los medios los que aquéllos pusieron en práctica, aunque seamos tenidos por locos».

Como los primeros cristianos

¿De Teresa de Jesús a los primeros cristianos? ¿O de los primeros cristianos a Teresa de Jesús? Ambos temas aparecen en Poveda a la par. El temple de alma, la fortaleza de Teresa de Jesús es un tema recurrente. Pero al mismo tiempo la sensibilidad povedana del tiempo presente apunta al estilo de vida de los primeros cristianos como tipo ideal. Si los Avisos espirituales de Santa Teresa de Jesús son de 1912, y antes se ha referido frecuentemente a ella, por estas mismas fechas, la vida de las mujeres y de los hombres de la primitiva Iglesia es también «su» modelo. Era lógico, como decíamos, porque la atmósfera de la ciudad secularizada en donde Poveda situó a quienes se comprometieron con su proyecto, no era precisamente la atmósfera de los «palomarcicos» de Teresa de Jesús. Los cristianos de la primera Iglesia vivían su fe a la intemperie y en un medio hostil: «no vivís en mejores tiempos» –escribe Poveda–. El patrimonio de los primeros cristianos, su modo de ser y estar en el mundo, fue desde su origen el patrimonio de los miembros de la Obra de Poveda. El modo de creer, de evangelizar con la presencia y con la palabra, de compartir, de servir a la sociedad, de ayudarse fraternalmente, de ser Iglesia, fue desde siempre, según Pedro Poveda, la forma genuina y sustancial de los amigos fuertes de Dios en la ciudad secularizada.

Pedro Poveda amigo fuerte de Dios

Amigo fuerte de Dios y audaz para su reino, fue el propio Poveda. Su personalidad austera y benigna a la vez, exigente para sí e infinitamente bondadosa y condescendiente para los otros, aporta al ideal de hombre cristiano que dibuja matices importantes:

«Yo soy, bien por temperamento, ya por afición, o por convencimiento, enemigo de las medias tintas. El que no está conmigo está contra Mí, dijo el Salvador, y yo creo que no hay medio de estar con Jesús sino siendo todo suyo, y el que así se entrega va hasta lo último, y lo último en este camino es la Cruz (...) Santidad de comodín es mercancía falsificada. (...) Yo, sabiendo bien lo que Jesucristo hizo por mi amor, por mi salvación, sin mérito alguno de mi parte, no sé quedarme con cosa alguna; necesito darlo todo y además quisiera darle a Cristo todo el mundo»2.

Con la misma fuerza con que escribía esto en sus primeros años de sacerdote, Poveda, amigo fuerte de Dios, escribirá poco antes de su hora suprema: «Si hay que sufrir se sufre; si hay que morir se muere; pero se muere en la batalla, con honra y con gloria, con Cristo, en nombre de Cristo y para gloria de Cristo».

Pero este irreversible «siempre Contigo» que él vivía y que recomendaba a los suyos en los momentos duros de la prueba, se acompañó en él de una afabilidad de carácter nunca desmentida:

«Cada vez que leo el Evangelio y la vida de los santos , me aseguro más en mi modo de ser (...) Cada día que transcurre, noto y aprecio mejor la utilidad, aun en lo humano, de la dulzura de carácter... Tengo mi genio ¡y tanto!, me apetece soltarlo algunas veces, me muerdo no pocas, sufro lo mío en más ocasiones de las que lo parecen; pero como creo que el ser así es ser como debo, me muestro afable, cariñoso y complaciente siempre»3.

Y saliendo al paso de las objeciones de los «duros» añadía:

«Comprendo que otros, mejores que yo, más cultos que yo, más experimentados que yo opinen de otra manera (...) Yo respeto el modo de ser de cada uno y admiro siempre a todo el que obra según cree ser mejor. Pero en este punto sigo contrario camino, por creerlo más conforme, según mi pobre talento y deficiente virtud, al espíritu de Jesucristo»4.

En esta misma línea recordemos las muchas veces que el aforismo latino firmiter in re, suaviter in modo le dio pie para comentarios sustanciales.

Lo que dicen los textos

El tratamiento cronológico-temático que hemos dado a los textos seleccionados, pone de relieve cómo las cuestiones que estamos comentando están en lo profundo del pensamiento de Poveda y cómo de una u otra manera, emergen desde que comienza a trazar el alzado de su obra hasta que la culmina.

Es admirable el vigor progresivo del espíritu povedano, la coherencia de sus ideas y la sabia estrategia con que, mediante sucesivas aproximaciones y distanciamientos, logra precisar la meta propuesta. Las líneas temáticas de su pensamiento se suceden cada vez más nítidas y mejor diseñadas, hasta encajar unas con otras como piezas de precisión.

Nadie puede pensar que la ajustada coherencia entre los capítulos que integran el volumen viene forzada por la edición. Consúltense las fechas y véase la secuencia. Las señas de identidad de la obra que pretende realizar, el modo de conformarla, el perfil de quienes han de integrarla, fluyen en estas páginas como la natural expresión del espíritu de un hombre extraordinariamente fiel a sí mismo, a Dios, y a la misión a que se siente llamado.

Los interrogantes de los primeros años: «¿Qué espíritu ha de tener nuestra obra para que su fisonomía sea la que debe ser?» (1912), se resuelven con las afirmaciones de los últimos: «Esta es la Obra y no otra cosa» (1925).

De modo paralelo, los rasgos con los que define el perfil espiritual de quienes deseen comprometerse con su proyecto –«Dios en el corazón» (1912), el secreto de la plenitud humana para Poveda– se diseña nítidamente en su conocido texto «sobre el humanismo verdad» (1915) y se aploma en la frase tajante de 1934: «prototipo, los primeros cristianos».

Un apunte sobre los capítulos

Por lo que llevamos dicho, se comprende que la estructura del volumen no responde a un criterio geográfico –lugares en que se desenvuelve sucesivamente la vida de Poveda–, sino a la lógica interna del recorrido de su pensamiento. Una breve introducción al comienzo de cada capítulo dará cuenta del criterio seguido en la vertebración de los mismos. Pero digamos aquí una palabra.

Los textos anteriores a 1910, que integran el capítulo primero, responden al momento en que Poveda piensa, habla y escribe, de cara principalmente a los cristianos que acuden a la Basílica de Covadonga, tal vez con más interés turístico que fervor. Son escritos de orientación de la vida cristiana –«máximas de vida cristiana»– denomina P. Poveda a algunos de estos textos. Hemos titulado este capítulo Ser cristiano y parecerlo, porque la intención que predomina en su mensaje, de acuerdo al momento de crisis de valores que se vive en España y al que Poveda se muestra muy sensible, es la de despertar la fe y ayudar a que los cristianos la vivan responsablemente5.

Como escribe una comentarista, en estos textos se aúnan armoniosamente la sabiduría profana y la cristiana. Son como un testimonio de esa «encarnación bien entendida que buscaba en su ideal de hombre cristiano»6.

Las propuestas de Poveda a los jóvenes, muestran cómo su fe en la juventud comenzó en aquellos primeros años y se mantuvo hasta el final. Los jóvenes eran para él en 1908, la clave de la renovación del mundo. En los años treinta seguirá manifestando idéntica convicción.

El toque contemplativo del capítulo lo dan las Consideraciones bíblicas, escritas en aquellos años primeros y continuadas después a lo largo de su vida. El profesor Fernández Ramos ve a Pedro Poveda en estas Consideraciones como un verdadero hombre libre, cuya única esclavitud fue la del servicio a la palabra liberadora7.

En el capítulo segundo, Renovar el mundo, –una expresión de Poveda que alude a lo que acabamos de decir, a su fe en el buen hacer de la juventud–, se sitúan los textos de 1911 a 1914, dirigidos a la orientación de quienes de alguna manera, ya habían entrado en el «juego» del proyecto povedano. Por debajo del trajín pedagógico de este periodo, la filosofía sobre la que basa su plan, se afirma claramente. Su «nunca como ahora», responde a los problemas socioeducativos que la modernidad intentaba resolver al margen de los principios cristianos. Los primeros apuntes sobre la fisonomía de la Obra y los consejos para el ejercicio de la misión educativa hablan bien del espíritu con que deseaba responder a aquel reto y hablan también de su fe en la mujer, otra de las claves del pensamiento de Poveda, tal y como lo demuestran textos escritos tempranamente, en 1911:

«En la época actual, la influencia más decisiva en favor del cristianismo es la de la mujer. El apostolado más fecundo y la fuerza más potente de la Iglesia (...) está en manos de la mujer católica».

Los capítulos tercero y cuarto se completan uno a otro y cierran la suerte de los dos anteriores. Se titulan respectivamente, Cristianos entre los cristianos (1915-1919) y Esta es nuestra fuerza (1920-1923). Poveda traza en ellos, con rasgos firmes y rotundos, superando sus iniciales perplejidades, la figura de su obra, la Institución Teresiana, constituida como asociación de seglares en la diócesis de Jaén en 1917 y como asociación civil también en este mismo año. En el apartado Para que seamos lo que debemos, el fundamento inamovible sobre el que Poveda desea ver su obra edificada queda establecido definitivamente. De este momento datan sus textos sobre el Humanismo verdad (1915) y La Obra es Jesucristo (1917).

De 1924 a 1930, capítulo quinto, Una idea buena, se extiende el período en el que predomina la reafirmación de lo dicho y al mismo tiempo la autocrítica de lo hecho, como respuesta a la aprobación pontificia de la asociación en 1924. ¿El momento de mayor fruición espiritual del fundador, antes del supremo esfuerzo? ¿antes de la hora suprema? Posiblemente sí. Ha dejado atrás una etapa dolorosa, enormemente dolorosa, como comentaremos en su momento. Ver reconocida y acogida por la Iglesia la Obra que ha supuesto tantos desvelos, que ha sido batida por tantos vientos, por tantas contradicciones y durante tantos años, esponja el espíritu de Pedro Poveda. No obstante, él aprovecha la ocasión para repensar lo pensado, reafirmar lo dicho, criticar lo hecho. Su Vengamos a cuentas constituye el contrapunto responsable de la alegría del momento: «Temed mucho, no sea que hagáis vuestra obra y no la Obra de Dios» (1928).

El Nunca como ahora (1931-1936) que titula el capítulo sexto cierra el volumen. Es una etapa excepcional, en la siempre excepcional trayectoria de Poveda y su misión. El nunca como ahora con que se inició la primera andadura, porque lo pedía Dios, porque Poveda quiso responder, porque encontró colaboradores y colaboradoras dispuestos a seguir su iniciativa, tocaba a su fin. Increíbles especialmente los documentos de esta etapa. Por la serenidad que revelan; por la unión con Dios que transcienden; por la inmensa comprensión hacia los hombres que muestran; por la mansedumbre evangélica que rezuman: «Ahora –escribe Poveda en julio de 1936– es tiempo de redoblar la oración, de sufrir mejor, de alentar a los pusilánimes, de prodigarse en misericordia, de tener paz». La fortaleza de los amigos de Dios y el recuerdo de los primeros cristianos, saltan a su pluma en estos momentos cruciales con vigor profético:

«Nunca como ahora debemos estudiar la vida de los primeros cristianos. Cómo obedecían a la Iglesia, cómo confesaban a Jesucristo, cómo se preparaban para el martirio...».

La selección de documentos

La estructuración del volumen responde a un criterio cronológico –se ha puesto especial interés en fechar todos los documentos– pero dentro del espacio temporal correspondiente a cada capítulo, hemos puesto de relieve, en los subapartados que los integran, las principales líneas temáticas del pensamiento povedano en ese período. Este tratamiento cronológico y temático a la vez de los textos, ha dado, como comprobará el lector, un relieve doblemente interesante al pensamiento de Poveda. Por un lado se acentúan sus constantes en lo sustancial; por otro, la coherente evolución de sus puntos de vista en el recorrido del tiempo.

Al hacer la selección de textos se ha procurado recoger aquellos fragmentos que contienen el núcleo fundamental del discurso del autor. De todos modos, por si el lector interesado desea hacer su propia comprobación, remitimos puntualmente al lugar donde el documento de que se trata ha sido publicado de modo íntegro, o en su defecto, a los fondos del Archivo histórico IT donde se conserva el autógrafo o una copia debidamente compulsada. Hemos revisado los textos con los autógrafos, cuando existen; a falta de éstos, con las primeras ediciones, o bien con los impresos corregidos en vida del autor. Los documentos sin título, se citan a pie de página por la primera frase que los encabeza. Si en algún caso se ha suplido alguna palabra o palabras, éstas van entre corchetes.

El género consideración, forma de expresión predilecta de Poveda, predomina en la selección. Se han incluido asimismo notas, conferencias, instrucciones, consejos y pensamientos que fueron apareciendo a lo largo de la vida del autor, para difundir su mensaje. Incluimos en este volumen una parte mínima de correspondencia. El género epistolar constituye un testimonio precioso del gran talante comunicativo de Poveda, pero la recopilación y edición total de cartas, tarea que tenemos iniciada, como enseguida apuntaremos, queda para otro momento. Publicamos algunos textos inéditos. Como, por ejemplo, las breves pero importantes reflexiones de 1936 que completan las ya conocidas.

Los títulos y subtítulos son de la edición. Por regla general, casi diríamos siempre, reproducen alguna frase de Poveda y tienen por objeto aligerar la lectura y facilitar la rápida comprensión del contenido fundamental del documento.

Como apuntábamos más arriba, los textos que editamos constituyen una muestra selectiva de los escritos de Pedro Poveda. Estamos preparando la edición crítica de la obra completa –literatura religiosa, escritos autobiográficos, pedagógicos, varios, correspondencia, ensayos, artículos periodísticos–. Pero nos atrevemos a pensar que las páginas de este volumen servirán al menos para que el lector establezca un primer contacto con la personalidad y con el mensaje de Poveda.

A pesar del cuidado puesto en este trabajo y del deseo de que los textos seleccionados sean objetivamente representativos del pensamiento de su autor, estamos convencidos de que la obra dista mucho de lo que nos habíamos propuesto. El excepcional momento en que vivimos –los días de la beatificación de Pedro Poveda– justifican la aparición de este modesto avance de sus escritos.

Trabajo en equipo

El capítulo de agradecimientos es muy amplio. Este volumen, a pesar de su manifiesta falta de pretensiones, es el fruto de la colaboración de muchas personas. En primer lugar, tenemos que agradecer el esfuerzo del equipo que trabaja en la ordenación de fondos del Archivo IT. Es de justicia agradecer en especial la ayuda de María Rosa Vílchez que, con su excepcional conocimiento de los fondos, ha facilitado extraordinariamente nuestra labor. Una mención asimismo, al trabajo siempre eficaz de Ángeles de Juana.

Mercedes Azcón nos ha guiado expertamente en el intrincado mundo de los ordenadores. María Francisca Martínez Morillas y Margarita Barrio han formado con quien esto escribe, el equipo más estrecho y el del trabajo más grato, porque ha sido un privilegio trabajar en la documentación de Poveda, adentrarnos en su mundo, y colaborar para dar a conocer su figura y su obra a los demás. No sabría cómo agradecer a todos su trabajo y su inteligente colaboración.

Debo añadir, además, que las publicaciones de quienes han investigado sobre Pedro Poveda nos han sido de inestimable ayuda. Citaré, en especial, las de la Cátedra de Historia de la Institución Teresiana dirigidas por Encarnación González, y la gran obra biográfica de Flavia Paz Velázquez.

Nuestro agradecimiento especial, así mismo, al equipo de Narcea, S. A. de Ediciones, que corona sus veinticinco años de trabajo al servicio de la educación y de la cultura, con la edición de esta obra. No podía ser menos, dada su especial vinculación a la figura de Pedro Poveda escritor.

Nunca como ahora

Finalmente, una consideración, esta vez de cosecha propia. Este libro está dirigido a los cristianos que son o quieren ser amigos fuertes de Dios, pero también a los flacos. ¿Qué fuerte no se ha sentido débil alguna vez o muchas? ¿Qué flaco, o que se tiene por flaco, no ha querido saber alguna vez de qué va eso de ser fuerte?

«Tengo para mí» –y vuelvo a Poveda– que todos podemos aprender en estas páginas a ser cristianos, mejores cristianos. Aunque Pedro Poveda dio respuestas concretas a problemas concretos de su tiempo histórico, sus constantes –la fortaleza, la audacia, la entrega humilde y sin límites a Dios y a los hombres– son actitudes evangélicas que trascienden el tiempo. Tal vez nunca como ahora resulten apropiadas para nuestro momento.

D. GÓMEZ MOLLEDA


1 Aránzazu Aguado: Amigos fuertes de Dios, audaces para su reino, 15 septiembre 1992. Publicaciones IT, p. 12

2 Archivo Histórico de la Institución Teresiana (en adelante AHIT). Pedro Poveda: Correspondencia, s.f. (texto anterior a 1910).

3 Pedro Poveda: Correspondencia, s.f. [anterior a 1910]. AHIT.

4 Ibídem.

5 En el libro primero de En provecho del alma, editado en Linares en 1909, se lee: «Se trata de cómo debemos conocer y amar la perfección... aprovechando bien el tiempo y confesando nuestra fe».

6 M. ª Dolores de Asís: «Aproximación al ser y escribir en Pedro Poveda», en Volumen homenaje en el cincuentenario 1936-1986. Madrid, Narcea, 1988, p. 100.

7 Felipe Fernández Ramos: Espiritualidad bíblica en Consideraciones de Pedro Poveda. Madrid, Narcea, 1989, p. 18.