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Tu matrimonio SÍ importa

Claves y clavos en la relación de pareja

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: clie@clie.es

Internet: http://www.clie.es

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© Juan J. Varela y Mª del Mar Molina

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© 2012 Editorial CLIE

Tu matrimonio sí importa. Claves y clavos en la relación de pareja

ISBN: 978-84-8267-733-0

eISBN: 978-84-8267-896-2

Clasifíquese: 1470- FAMILIA- Matrimonio

CTC: 04-23-1470-05

Referencia: 224781

Dedicamos este libro a nuestro único hijo Noel Josué, el cual nos regaló el Señor una cálida tarde del mes de junio en un país lejano. Su vida es para nosotros el testimonio vivo de las promesas de Dios ¡Gracias por existir, campeón, eres un ser increíble! Tú nos haces seguir descubriendo el auténtico significado del amor.

 

ÍNDICE

Prólogo

Bosquejo

Prefacio acerca de los autores

Introducción

PARTE I - Edificando

1. El terreno

2. Los cimientos

PARTE II - Superando

3. Las diferencias de género

4. Pautas de comunicación en la pareja

5. Los conflictos en la pareja

PARTE III - Consolidando

6. El fundamento del amor

7. Nuestra relación personal con Dios

Principios de sabiduría en la pareja

El taller del maestro

Apéndice

Taller interactivo

Recursos

 

AGRADECIMIENTOS

Con especial agradecimiento a nuestros amigos y compañeros de camino Víctor Mirón y Cesca Planagumá, fundadores de la asociación De Familia a Familia, quienes día a día con su ejemplo y esfuerzo siguen transmitiéndonos la pasión por defender el matrimonio y contribuir a dignificar y a vivir la familia, tal y como Dios mismo la diseñó. Gracias por el camino recorrido juntos, por esos trozos de nuestra historia común, momentos únicos e irrepetibles de aprendizaje y compañerismo, que guardamos en nuestros corazones como preciados tesoros. Gracias por habernos llevado de la mano y acompañado en nuestros primeros pasos en este apasionante mundo del matrimonio y la familia. Gracias por las muchas risas y también lágrimas que han forjado nuestra amistad. Gracias por vuestra franqueza y por mostraros a nosotros siempre tal cual sois, auténticos y luchadores. Vuestra pasión y entrega por defender la familia nos alienta a seguir adelante. Parte de lo que aquí está escrito es fruto de vuestras enseñanzas y ejemplo de vida.

 

PRÓLOGO

«Alguien me dijo una vez que la vida es el camino por el que todos debemos transitar» (M.ª del Mar)

La primera vez que vi a Juan y M.ª del Mar como pareja trabajando juntos fue hace ya muchos años en una de las reuniones que De Familia a Familia realizaba en la Costa Dorada. Ellos, juntamente con Víctor Mirón y Cesca Planagumà, tenían las conferencias a su cargo. Yo, en aquel momento, no les conocía demasiado, pero me impactó su capacidad y facilidad de comunicación. ¡Eran geniales!

Aquel día había invitado a unos amigos a asistir con nosotros a las conferencias, y quedaron impresionados por el tacto y el buen saber hacer a la hora de entrar en temas matrimoniales, a veces difíciles de abordar, pero que ellos trataban con tanta delicadeza y, a la vez, con tanta claridad. A partir de aquel momento, nuestros caminos de servicio se han encontrado en varias ocasiones. Hemos compartido mesa y atril. También duelos y alegrías...

Hoy es un honor para mí prologar su libro. Su abundante conocimiento del tema, sus estudios en IBSTE, su relación con Ágape y, sobre todo, su trabajo con Víctor y Cesca dan solidez y fiabilidad al trabajo que presentan.

Como he mencionado arriba, son geniales. Ludwig van Beethoven dijo una vez: «El genio se compone de un dos por ciento de talento y de un noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación», y ellos cuentan con las dos cosas... Por lo tanto, detrás de las páginas de este libro hay talento, mucha experiencia y abundantes horas de trabajo de campo. Han sido cientos las parejas ayudadas por los autores del libro que tienes en tus manos. Léelo con atención, encontrarás ayuda y consejo para la vida diaria con tu cónyuge y con tus hijos. No pienses que al leerlo estás perdiendo el tiempo. Recuerda que «se han de invertir muchas horas para construir un verdadero matrimonio, un encuentro profundo raramente tiene lugar en pocos segundos» (Paul Tournier).

Todos necesitamos saber más de cómo llevar nuestra vida matrimonial. Aun las parejas con fantásticas relaciones se pueden encontrar, en ciertos momentos del ciclo vital, con dificultades graves. Incluso, aunque nos parezca que nuestra relación matrimonial es incombustible, hemos de tener muchísimo cuidado, evitando que todo se derrumbe, inesperadamete, bajo nuestros pies y aceptando y estando muy alerta a las consecuencias de la frase bíblica que nos dice que «el que crea estar firme mire que no caiga».

Una relación matrimonial es como un jardín. Tiene que ser regado, fertilizado… Juan y M.ª del Mar quieren guiarnos en el cuidado de «nuestro jardín». Por lo tanto, este libro no deberá ser leído de un tirón y guardado en la biblioteca, es más bien un manual de trabajo que deberá ser consultado frecuentemente por ambos cónyuges.

En la rutina diaria, muchas veces, no nos paramos para profundizar e inquirir cómo van las cosas en nuestra casa. Incluso, si alguien nos pregunta cómo estamos, contestamos rápidamente: «Todo bien». Pero, a veces, las cosas no van tan bien como pensamos, o miramos hacia otro lado aunque sepamos que hay asuntos pendientes que resolver. El problema es que en cualquier momento toda la estructura familiar puede caer ante nuestros asombrados ojos. La familia, como invento divino, tiene su principal detractor en el Enemigo que intenta luchar contra todo lo que era «bueno en gran manera».

Los autores de este magnífico trabajo nos explican muy bien que hoy la familia tradicional está sometida a ataques despiadados, que se normalizan y legalizan agrupaciones que distan mucho del modelo de familia cristiana convencional en la que se defienden unos valores que no son solo rechazados, sino también combatidos ferozmente. En palabras suyas: «Los nuevos modelos familiares se caracterizan por la pluralidad de formas de convivencia no sujetas a ninguna restricción moral o ética». Pero los cristianos cada vez nos damos más cuenta de lo que implica que la familia sea una verdadera comunidad de fe, cumpliendo con la misión de ser luz y sal en este mundo, empezando por nuestras propias casas.

Curiosamente, vivimos unos momentos de choques dialécticos incoherentes, por un lado la familia es atacada hasta extremos increíbles, y por otro los psicólogos enfatizan más que nunca la importancia del núcleo familiar para comprender el sentido de la vida y vivir con seguridad en este mundo tan inseguro.

M.ª del Mar y Juan, al final de su libro, resumen todo lo que han ido explicando de forma excepcionalmente clara a lo largo de su obra: «No olvides nunca que lo realmente importante está en tu casa… Recuerda que la mejor herencia que puedes dejar consiste en un legado de intimidad, compuesto por momentos compartidos, experiencias vividas y recuerdos acumulados, que transmitan a tus hijos el valor del matrimonio, contribuyendo así a que, cuando vosotros ya no estéis, ellos sigan perpetuando el mismo ejemplo e ideal de vida en pareja. Entonces nada habrá sido en vano y todo habrá tenido propósito y sentido. Esta es la grandeza de la intimidad, el fruto principal del amor conyugal. Un amor que nunca se apaga y nunca deja de ser».

Para que el párrafo anterior se haga realidad en nuestras vidas, en este libro encontramos consejos, basados en las Escrituras, para los momentos malos y también para disfrutar de los buenos ratos, para cuando la relación ha entrado en crisis, pero también orientación para prevenir el conflicto, sabiendo, como dicen los autores en su prefacio, que «la vida del hombre se compone de un ritmo balanceado de luces y sombras, de épocas de risas y otras de luto», pero siempre edificando un nido de amor en el que los hijos puedan sentirse seguros y en el que puedan aprender y aprehender los valores que queremos que pervivan en ellos. Los autores, mencionando a Josh MacDowell, dirán: «Sin unas fuertes raíces espirituales y emocionales, nuestros hijos serán sumamente vulnerables a los valores de la sociedad».

Desde este prólogo, te animo a que no dejes de leer la obra fantástica que tienes en tus manos. ¡Valórala! ¡Pon en práctica sus consejos! ¡Divúlgala!

Ester Martínez Vera

 

BOSQUEJO

Introducción

¿Qué es el matrimonio y la familia?

PARTE I Edificando

Mt.7:24: «Cualquiera pues que me oye estas palabras y las hace, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca».

Capítulo I

EL TERRENO: ANÁLISIS DE LA SOCIEDAD

¿Sobre qué terreno estamos edificando?

La desvalorización social del matrimonio

Ausencia de estructuras de autoridad

Los nuevos modelos familiares

Consecuencias y «daños colaterales» de esta realidad social

El silencio de Adán y el virus de la pasividad

La revolución industrial

La cultura machista

El feminismo radical

Capítulo II

LOS CIMIENTOS: BASES BÍBLICAS DEL MATRIMONIO

Origen y naturaleza del matrimonio y la familia

Elementos clave del matrimonio

Propósitos del matrimonio

Términos bajo sospecha: «autoridad, cabeza, sometimiento»

Conclusión

PARTE II Superando

Mt.7:25: «Descendió lluvia, vinieron ríos y soplaron vientos…».

El principio de la depravación en el ser humano

Capítulo III

LAS DIFERENCIAS DE GÉNERO: «Distintos pero no distantes»

Las diferencias de género

Las diferencias de género según la Palabra

El arte de armonizar las diferencias: unidad en la diversidad

Clasificación de las diferencias en la pareja

Nuestra respuesta genérica en distintas situaciones

Creando unidad en medio de las diferencias: ni Yo ni Tú, «el nosotros»

Capítulo IV

PAUTAS DE COMUNICACIÓN EN LA PAREJA: «Hablando se entiende la gente»

¿Es posible que dos personas no se comuniquen?

Lo que no es comunicación

¿Qué es comunicarse?

Elementos de la comunicación

Sistemas de comunicación

Niveles de comunicación

Los ladrones de la comunicación

La rutina: la lenta agonía de la relación

Síntomas de cómo la rutina puede instalarse en la pareja

Pautas para una buena comunicación en pareja

Claves para una buena comunicación

El poder de las palabras en la comunicación

Conclusión

Capítulo V

LOS CONFLICTOS EN LA PAREJA: «En todas las familias se cuecen habas»

¿Qué es un conflicto?

Mitos sobre los conflictos en la pareja

Clasificación de las crisis

Etapas del ciclo vital familiar y crisis de desarrollo

Ajustes y readaptación en el sistema familiar

Formas erróneas de enfocar el conflicto

Formas correctas para enfrentar conflictos

Pilares para resolver los conflictos

Claves para cultivar la relación de pareja

PARTE III Consolidando

Mt.7:25: «Y no cayó porque estaba fundada sobre la roca».

Capítulo VI

EL FUNDAMENTO DEL AMOR

¿Qué es el amor?

El enfoque humanista del amor: «yo y mis circunstancias»

El enfoque altruista del amor: el amor, «cosa de dos»

¿Es ciego el amor conyugal?

Tipos de amor

El círculo relacional: equilibrando las tres caras del amor

Ingredientes del amor

Conclusión

Capítulo VII

NUESTRA RELACIÓN PERSONAL CON DIOS: «primero lo primero»

El triángulo relacional

Nuestra relación personal con Dios: clave de una vida con propósito

Nuestro acercamiento a la Palabra: la «lectio divina»

La intimidad: la meta de la relación matrimonial

PRINCIPIOS DE SABIDURÍA EN LA PAREJA

EL TALLER DEL MAESTRO

 

PREFACIO ACERCA DE LOS AUTORES

Del corazón de él

Yo nací en el norte, al lado del mar. Mis primeras impresiones con los sentidos del gusto, el olfato y el oído saben a sal, huelen a algas y suenan a sirenas de faros semiocultos en la niebla. Si cierro los ojos, aún puedo escuchar el bramido del mar en las frías noches de invierno y el graznido de las gaviotas que, a retaguardia de los barcos pesqueros, regresan al puerto y al calor del hogar.

Tuve una buena infancia. Las estaciones del año marcaban el ciclo de nuestra vida, en primavera salíamos a pescar por los ríos de montaña, y muy temprano en la mañana asistíamos al nacimiento del nuevo día y al despertar de la naturaleza. Los veranos eran largos y cálidos, días de playa, de excursiones, y sobre todo, la fiesta patronal del pueblo, con los tiovivos, los coches de choque y el tren de la bruja. El otoño era la época de las setas por los bosques de Asturias, del principio de la niebla, la lluvia y el viento… Y el invierno eran el frío, las tormentas, las castañas asadas en la vieja cocina de carbón…, pero sin duda mis recuerdos más entrañables del invierno están ligados a la navidad. A principios de diciembre salíamos con papá a recoger del bosque grandes paneles de musgo rizado, verde y húmedo, que colocábamos sobre una mesa, con un río hecho con papel de plata y arena, un pesebre de cortezas de pino, y todas las figuras del nacimiento llenas de luces y colores…, la noche mágica de los Reyes Magos cargada de ilusión incontenible… Sí, confieso que he tenido una buena infancia.

La vida de los hombres se compone de un ritmo balanceado de luces y sombras, de épocas de risas y otras de luto. Es como si el divino Maestro a través de los contrastes de la vida nos enseñara el justo valor de las cosas. Mis sombras llegaron con la adolescencia y la juventud, las fantasías y los sueños se rompieron al chocar con una realidad que me esclavizó durante años, y de la que sencillamente no quiero ni hablar. En esos años de mi juventud, crecí lleno de complejos y miedos que escogí enterrar aliándome con un enemigo que me prometía la vida mientras me mataba poco a poco. Soñaba con tener una esposa, un hogar, una familia, una vida normal, pero era solo eso, un sueño, y aun la naturaleza me privó del derecho a ser capaz de engendrar un hijo… Sí, confieso que he sufrido.

A la edad de 26 años, Dios llamó a la puerta de mi vida, y lo que yo no pude conseguir de forma natural, Él me lo concedió de forma sobrenatural. Una esposa, un hijo, un hogar y un llamado a servir. Ahora, junto a M.ª del Mar y Noel, y después de los años, me doy cuenta de lo mucho que hemos cambiado y mejorado en nuestra relación, pero aún me doy cuenta también de lo mucho que nos queda por cambiar. No somos expertos en el arte de vivir en pareja, nuestra relación dista mucho de ser perfecta, sigue habiendo días grises, aún no hemos llegado a la meta, pero estamos en el camino, aprendiendo nuevas formas de amar, profundizando nuestra relación y creciendo, comprometidos a llevar nuestra aventura matrimonial hasta el final de nuestros días. Estoy convencido de que ella es la mujer de mi vida y mi complemento. Como hombre puedo decir que el ser esposo, padre y hombre de integridad es un anhelo y una meta que está escrita en el corazón de cada varón: encontrar una mujer, fundar una familia, escribir tu propia historia, esa debe ser nuestra principal tarea y llamado en esta vida.

Del corazón de ella

Alguien me dijo una vez que la vida es un camino por el que todos debemos transitar. Es cierto que nosotros no elegimos estar aquí, pero es nuestra responsabilidad elegir qué hacemos con nuestra vida y cómo la vamos a vivir.

Si hace 21 años, cuando conocí a Juan, me hubiesen dicho que estaríamos escribiendo un libro para matrimonios, sinceramente… ¡no lo hubiera creído! Y no lo digo tanto por capacidad, al fin y al cabo todos podemos escribir, es más, de hecho todos estamos escribiendo nuestro propio libro, nuestra propia historia, lo digo porque… ¿qué tendríamos que decir nosotros, Juan y yo?, dos personas que aparte de creer que nos amábamos casi todo lo que teníamos eran luchas y tensiones en nuestra relación. Recuerdo pocos momentos de calma y tranquilidad en nuestro noviazgo. Ahora miro atrás y lo que antes eran montañas casi insalvables para mí se fueron convirtiendo en tesoros y experiencias positivas que han forjado nuestro carácter y relación, porque… al fin y al cabo no es tanto lo que nos pasa en la vida, sino lo que hacemos con lo que nos pasa.

Este libro está escrito con mucho respeto y cariño hacia cualquier pareja que como nosotros sigue ahí, luchando y construyendo su camino y relación día a día. Como Juan decía y yo reafirmo, no somos expertos, no lo sabemos todo, ¡ni mucho menos!, es más, los que nos conocéis y nos veis día a día, fácilmente os daréis cuenta de ello, seguimos teniendo nuestros tiras y aflojas, nuestras historias, nuestras luces y sombras, pero… ¿sabéis algo? Continuamos en la brecha, porque lo que ayer nos causaba tensión, hoy nos hace sonreír. Hemos conseguido mucho a lo largo de estos años, a veces no al ritmo que nos hubiese gustado, y aunque todavía no hemos llegado, si Dios lo permite y nos da vida, nos quedará mucho por aprender, cambiar y renovar, y también disfrutar de lo conseguido hasta ahora, ¡en eso estamos, aprendiendo día a día la difícil tarea de seguir construyendo juntos!

Escribimos estas páginas para cualquier pareja que apueste por el matrimonio, empezando por nosotros mismos, y lo hacemos desde la profunda convicción de que el matrimonio hoy SÍ es posible, sí importa luchar por él, pese a todo y pese a todos. ¿Fácil?, ¡no!, ¿posible?, ¡Sí! Lo escrito en este libro es fruto no tanto de la teoría (que está y es necesaria como base), sino que está escrito desde nuestra propia experiencia, vivencia y aprendizaje personal.

Yo nací en un pueblo llamado Puente Genil, de la bonita provincia de Córdoba. Cuando pienso en mi familia, mis padres, que gracias a Dios y a pesar de sus muchos achaques puedo seguir disfrutándolos a día de hoy, y mis hermanos junto a sus familias, un profundo orgullo viene a mi corazón. No porque hayamos sido la familia perfecta, pero sí por el ejemplo de matrimonio que a día de hoy mis padres siguen siendo para mí tras 54 años de vida juntos. Gracias por esos valores que con vuestro modelo diario inculcasteis en mi vida de amor, respeto, compromiso y fidelidad; ese es para mí el mejor legado que me habéis dejado, y desde aquí quiero honrar vuestro ejemplo. Vuestras huellas en mi vida permanecerán para siempre.

Cuando miro atrás tengo que decir que Dios es fiel y Él cumple nuestros sueños y anhelos, sin embargo, la realidad es que muchas veces no lo hace en la forma que uno esperaba, imaginaba o creía que tenía que ser. Conocí a Juan estudiando en el seminario en Barcelona, ahí emprendimos nuestro caminar juntos, y tras graduarnos ambos nos casamos hace ya 17 años.

Recuerdo como si fuera hoy uno de nuestros primeros paseos como pareja, Juan me habló de algo que marcó y cambió mi vida, fue un gran choque para mí, y me costó tiempo asimilar. Él simplemente me dijo que era estéril, y que era algo médicamente irreversible. Me dijo que entendía que eso podía ser un serio problema para nuestra relación. Siempre doy y daré gracias a Dios por su honestidad y valentía al comentar ese hecho en nuestra primera salida como pareja. Tras el shock inicial que supuso para mí, y la renuncia a la maternidad, al menos de forma biológica (cosa que no me fue fácil), emprendimos rumbo por otros horizontes y comenzamos a orar y pedir a Dios por la posibilidad de adoptar un hijo, queríamos que fuese varón, y aun sin saber nada concreto le pusimos nombre: Noel Josué, sin conocer cómo ni cuándo iba a llegar…

Tras graduarnos y casarnos tuvimos el privilegio de pasar todo un año sirviendo como misioneros en Honduras, allí vivimos nuestra luna de miel matrimonial y ministerial, una de las experiencias más enriquecedoras de nuestro ministerio. Pero también allí Dios respondió a nuestras oraciones y nos dio el regalo más preciado que tenemos, nuestro hijo Noel Josué, ¡Sí!, Noel llegó a nuestras vidas, lo adoptamos y con 47 horas de vida ya estaba en nuestras manos. Hoy ya es un hombrecito que pronto cumplirá 17 años, y mirar el regalo de la vida de Noel es ver la fidelidad de Dios con nosotros. Sí, me siento orgullosa de lo que Dios me ha dado, de lo que poco a poco seguimos construyendo como familia, y puedo decir que soy una madre y una esposa afortunada, ¡no podría tener nada mejor!

Como dije al principio no somos la familia ideal, algunos piensan que quienes se dedican a un ministerio familiar tienen que ser la pareja del año, no es nuestro caso, a día de hoy seguimos trabajando con áreas que debemos mejorar, pero… ¡aquí estamos!, y creo que nuestras luchas y áreas de debilidad precisamente se han convertido en la fortaleza de nuestro ministerio. Como dice la Palabra: «Pero tenemos este tesoro en frágiles vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros». Sí, aun a pesar de nosotros mismos, Dios sigue siendo fiel y usándonos porque somos portadores de un tesoro, el tesoro de creer firmemente en la familia, en el matrimonio y en el Autor del matrimonio, nuestro Dios, a quien le debemos todo lo que somos y tenemos.

 

INTRODUCCIÓN

Querido lector, este es un libro que pretende incidir en una de las áreas más importantes de tu vida: tu propia familia. Un porcentaje de los potenciales lectores de este libro serán personas con problemas en su relación que buscan sinceramente una respuesta y una salida a su situación. Si es tu caso, todavía estás a tiempo de reescribir tu propia historia, cambia el guión si es necesario, dedica tiempo a los tuyos, «recuerda que lo realmente importante está en casa después del trabajo, recuerda que ningún éxito en la vida justifica el fracaso en la familia».1 Un día te jubilarás, irás dejando tus responsabilidades laborales, eclesiales, pero nunca dejarás de ser esposo/a y padre o madre. ¿Qué recuerdos quedarán de tu vida al final de tus días? Una vez, un anciano nos dijo que la vejez consistía en sentarte a la caída de la tarde y rememorar tu vida, para disfrutar con gozo si hubo buenos recuerdos y vivencias compartidas, o para lamentarte por no haber dedicado tiempo a lo realmente importante: tu matrimonio y tu familia. Alguien dijo: «Vive bien el presente para que en el futuro tengas un buen recuerdo de tu pasado».

Cuando iniciamos la aventura matrimonial nunca imaginamos por dónde el Señor nos iba a dirigir, hemos pasado desiertos, tiempo de profunda sequía, también momentos de calma, vivencias hermosas y recuerdos imborrables, que ya forman parte de nuestra historia. Hemos descubierto que en la asignatura del matrimonio siempre estamos aprendiendo, no hemos llegado a la meta, simplemente seguimos en el camino, descubriendo nuevas formas de mejorar. Por eso este libro está escrito no desde la erudición, o la pretensión de estar en un plano superior al de cualquier matrimonio, no, ni mucho menos, está escrito desde la realidad de una pareja que cada día lucha por mejorar y por madurar. Al mismo tiempo, nunca hemos olvidado que no estamos solos, Dios nos acompaña y «cordón de tres dobleces no se rompe pronto». Cuando nos casamos, grabamos en nuestros anillos la cita del Salmo 48:14, que queremos dedicarte a ti, querido lector/a, para que persigas la misma meta y anheles la misma esperanza, «Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre, Él nos guiará aún más allá de la muerte».

¿Qué es el matrimonio y la familia?

El matrimonio2 y la familia3 constituyen la célula básica de la sociedad y el primer marco relacional de todo ser humano. Su trascendencia es absoluta, pues en ella las personas adquieren las claves educativas con las que tendrán que desarrollarse en sociedad. Todos los conceptos y pautas para que un ser humano se desarrolle emocionalmente equilibrado, tanto en su mundo interior como en su red social de relaciones, se aprenden en el contexto de la familia, hasta tal punto que podemos afirmar que la familia, como extensión natural del matrimonio, es el destino de la persona.

Como seres relacionales necesitamos formar parte de redes o sistemas donde poder desarrollar relaciones significativas que den sentido a nuestras vidas. El primer sistema de relaciones interpersonales ya hemos dicho que es la familia como extensión natural del matrimonio. El valor social del matrimonio y la familia es innegable, no podemos disociar familia de sociedad. La familia es y ha sido siempre el sistema relacional básico de cualquier civilización, es el medio natural para el desarrollo psicoafectivo de cualquier ser humano. En definitiva, la familia otorga sentido de identidad, arraigo y pertenencia.

Sin embargo, la desintegración de la familia y la nula valoración del concepto de matrimonio es una triste evidencia de un modelo social que hace agua por todas partes. Ahora estamos recogiendo los frutos amargos de una siembra donde no se plantaron los conceptos troncales de la educación (valores, normas, afectividad, disciplina). Vivimos en una sociedad donde hemos «roto la baraja» en todos estos aspectos de la convivencia común. La apertura hacia los derechos del «individuo» ha restado valor al concepto de compromiso y entrega, y como consecuencia el matrimonio y la familia son la primera víctima de una sociedad más preocupada en los derechos personales y en la independencia del individuo que en la búsqueda de relaciones estables y significativas.

Hasta hace unas décadas, el enfoque de la sociedad era familiar, pero desde que el concepto de posmodernidad o ultramodernidad entró en escena, el enfoque social es laboral y de promoción personal. Subyace en el inconsciente colectivo de muchas parejas la idea de que si bien su familia es importante, lo prioritario en esta vida es la formación personal y la promoción profesional, aduciendo que su bienestar familiar depende de su trabajo y del mejor sueldo que logren conseguir. Los matrimonios con esta mentalidad no son conscientes de que sus hijos y aun su propia relación no se mantienen con posesiones (confort, comodidad), sino con relaciones (tiempo juntos, juegos, momentos compartidos), pues como dice el psiquiatra C. A. Raimundo «el capital está en las relaciones».

Cuando circunscribimos la relación de pareja al marco de la Palabra de Dios, vemos que todo en la Biblia se relaciona con el concepto de matrimonio y familia: la creación de Eva como respuesta a la soledad de Adán, constituyendo así la primera pareja (Gn.2:18), la formación de la propia institución del matrimonio inmediatamente después (Gn.2:24) y el mandato a la multiplicación de la raza humana para poblar la tierra (Gn.1:28) no dejan lugar a dudas de que el matrimonio y la familia es el vehículo que Dios está utilizando desde el principio para llevar adelante su Plan.

La relación de Dios con su pueblo está descrita y definida en términos conyugales,4 el AT finaliza en el libro de Malaquías con una profecía sobre la restitución futura del orden familiar (Mal. 4:6). El NT comienza con la genealogía y familia del propio Jesús, quien entra en la escena de la historia humana a través del orden natural establecido por Dios: la familia. Y aun en la segunda venida al final de los tiempos, la relación de Cristo con su Iglesia es de orden marital, Cristo vuelve a por su novia, y la historia culminará con las bodas del Cordero. El matrimonio y la familia es y seguirá siendo por derecho propio la célula básica y troncal de toda sociedad o civilización desde el principio de los tiempos y aún más allá del final de los mismos. Es el pasado, presente y futuro de la humanidad.

«La promesa que Dios le hace a Abraham, sobre que será una nación grande, pasa por la bendición de la familia, pues esta está involucrada en el llamamiento, las promesas y el propósito de Dios para las naciones» (Gn.12:1-3).

Por tanto, y dentro del círculo de aquellos que procuramos mantener una ética de vida en torno a la Palabra de Dios, es imprescindible comprender que el matrimonio y la familia no son un asunto circunstancial, sino que forman parte del plan divino desde el principio de la historia y se constituyen en el primer banco de pruebas de la autenticidad de nuestro cristianismo. Ya lo dice el Salmo 101 en su segundo versículo: «En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa», y es que «fuera de casa» todos mostramos una apariencia más madura de lo que en realidad somos. Pero en el contexto del hogar y cuando nos quitamos la chaqueta de «ciudadano responsable», «trabajador profesional» o aun «creyente maduro», queda lo que en realidad somos, sin apariencias ni fachadas, sin trampas ni cartón, al desnudo. Por ello, el refrán popular «el jardín del vecino siempre parece más verde» es acertado en el sentido de que «parece», porque del vecino/a solo ves la apariencia, la fachada pública y controlada. Pero enfatizamos, es en el contexto del hogar donde nos mostramos tal cual somos, con nuestras luces y nuestras sombras. De hecho, lo que vivimos en nuestro hogar es la realidad más objetiva de nuestra propia historia.

Definición de matrimonio

Una buena manera de aislar conceptos y explicar significados es mediante las definiciones, pues nos ayudan a contener la esencia de lo explicado:

Matrimonio: «Es una institución divina ordenada y sellada por Dios, donde hombre y mujer pactan un compromiso de vida en común que generalmente es coronado con el don de los hijos».5

Familia: «Es el sistema vivo diseñado por Dios para promover las relaciones primeras del ser humano en base al amor y el respeto, y cuya función principal es la de contribuir al desarrollo integral, a la expresión de afecto y a la comunicación entre sus miembros, de acuerdo al plan y al propósito de Dios».6

Bueno, querido lector/a, esperamos haberte mentalizado sobre la importancia del matrimonio y la familia. ¿Estás preparado? Entramos en escena…

1 Fernando Parrado, superviviente de la tragedia de los Andes.

2 «Matrimonio» deriva de la práctica del derecho romano matri-monium, se refiere al derecho que adquiría la mujer para ser madre dentro de la ley, asumiendo que ese marco legal incluía a un hombre y a una mujer. «Patrimonio», patri-monium, en principio designaba el derecho del hombre a ser el heredero legal de todos los bienes de la familia, en detrimento de la mujer. Posteriormente evolucionó y pasó a ser el conjunto de bienes de ambos o de la familia.

3 Del latín famulus (sirviente, esclavo). En tiempos antiguos, la familia comprendía todos los miembros consanguíneos, implicando una unidad doméstica entera e incluyendo a los criados que vivían bajo el mismo techo.

4 Os.2.

5 Adaptada por Víctor Mirón sobre texto original de John Stott.

6 Adaptada por Víctor Mirón sobre texto original de J. M. González Campa.

 

PARTE I

Edificando

«Cualquiera pues que me oye estas palabras y las hace, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa [matrimonio] sobre la roca»

 

 

CAPÍTULO 1

El terreno

I. ¿Sobre qué terreno estamos edificando? Análisis de la sociedad

Siempre nos asombró la pedagogía de Jesús al enseñar su Palabra, su estilo narrativo lleno de metáforas y parábolas es una excelente forma de grabar en nuestra mente sus enseñanzas. En nuestra labor con la asociación De Familia a Familia, el Salmo 127:1 fue escogido como el versículo lema, «Si el Señor no edifica el hogar, en vano trabajan los que lo edifican»,1 dando a entender que todo hogar ha de ser construido y edificado sobre la base y el fundamento de la Palabra de Dios. Dios es el arquitecto y el diseñador de nuestro hogar (matrimonio), pero todo hogar, toda casa, debe ser construido sobre un terreno adecuado, tener unos cimientos sólidos y contar con unos materiales de calidad.

El texto de Mateo 7, sobre el que basamos la estructura de este libro, también está ambientado en el tema de la construcción y la edificación. Nos habla de la importancia de seguir los planos adecuados para que nuestra casa tenga los cimientos y fundamentos convenientes, y no se derrumbe cuando lleguen los malos tiempos.

Mt.7:24: «Cualquiera pues que me oye estas palabras y las hace, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa [matrimonio] sobre la roca, descendió lluvia y vinieron ríos y soplaron vientos, y golpearon con ímpetu sobre aquella casa [matrimonio], y no cayó porque estaba fundada sobre la roca.

Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, lo compararé a un hombre insensato que edificó sobre la arena, y descendió lluvia y vinieron ríos y soplaron vientos, y golpearon con ímpetu contra aquella casa [matrimonio]; y cayó, y fue grande su ruina…».2

Una de las primeras cosas que nos interesa hacer es conocer el terreno sobre el que vamos a edificar nuestro matrimonio, nuestro hogar, ¿queremos ser como el hombre prudente o como el insensato? Si edificamos sobre los valores de esta sociedad, estaremos edificando sobre la arena, y desde luego eso no es bueno. La principal de las estrategias en tácticas militares consiste en conocer al enemigo para defenderse mejor y evitar sus ataques, es decir, conocer para evitar. Veamos entonces cuál es la ética, costumbres y moralidad de esta sociedad, para saber dónde NO tenemos que edificar nuestro hogar, nuestro matrimonio.

El pueblo donde nací tiene una hermosa playa de unos 3 km de largo. A principios de los años setenta se puso de moda como lugar de veraneo, y muchas personas decidieron construir su casa en los terrenos que bordeaban toda la primera línea de costa. El lugar era muy atractivo y con unas vistas increíbles, pero los cimientos habían sido construidos en terreno arenoso, y con el paso del tiempo algunas de ellas comenzaron a agrietarse y tuvieron que ser derribadas. ¿Sobre qué terreno estás construyendo tu casa, tu hogar, tu matrimonio?

«Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, lo compararé a un hombre insensato que edificó sobre la arena, y descendió lluvia y vinieron ríos y soplaron vientos, y golpearon con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina…».3

II. La desvalorización social del matrimonio: edificando sobre la arena

Como familia, en ocasiones nos gusta ver una película juntos y cenar pizza. A nuestro hijo Noel le encanta acompañarla de un buen refresco. Recordamos un viernes cuando habíamos decidido tener una sesión familiar de cine-pizza, pero nos faltaba el refresco para nuestro hijo, así que decidí bajar al bar de la esquina y comprar un par de latas. Al entrar al establecimiento me dirigí a la máquina expendedora de bebidas y retiré dos envases. Cuando llegué a casa, y nada más entrar, M.ª del Mar me dice: «Hueles a tabaco», a lo que un poco sorprendido respondí: «Bueno, lo único que hice fue entrar al bar, sacar las bebidas y salir». Y desde luego era cierto, pero de lo que yo no era consciente era de que al entrar al bar, e independientemente de que estuviera o no de acuerdo con lo que allí había (viernes noche, mucho alcohol, mucho humo…), yo no pude evitar el ser contaminado con parte del ambiente que allí se respiraba.

Utilizamos esta anécdota para ilustrar la idea de que cuando cada lunes abres la puerta de tu casa para entrar «al ambiente de esta sociedad», y pasas en ella 6, 8 o 12 horas, al regresar a casa tú no podrás evitar el estar contaminado con parte de ese ambiente, es decir, parte de la ética, costumbres y estilo de vida de esta sociedad se te va a pegar, te guste o no. Esta idea se define muy bien en el evangelio de Juan cuando dice: «No somos del mundo, pero vivimos en el mundo». ¿Cómo es la tierra de esta sociedad?, ¿sobre qué terreno vamos a edificar nuestro matrimonio?

Vivimos en la época de la ultramodernidad que se caracteriza por la desaparición de todos los ideales que mantuvieron en pie a la sociedad moderna hasta finales del siglo XX. Las grandes utopías, la fe en el futuro y en las posibilidades del hombre, han ido desapareciendo como motor impulsor, dando paso a un escepticismo generalizado y a una falta de motivación y esperanza en el futuro. Muchos jóvenes que no tienen claras sus reglas de vida, o no las han recibido de sus padres, crecen en un contexto donde aprenden a vivir bajo la ley del mínimo esfuerzo y a no respetar las reglas del juego, entre otras cosas porque sencillamente hemos roto la baraja de una ética normativa, y pocas cosas, a nivel ético, tienen carácter de ley, asumidas y aceptadas por y para todos.

Vivimos bajo lo que en filosofía se denomina «ética de mínimos y ética de máximos», es decir, una ética de relativos y no de absolutos, una ética donde no hay normas y todo vale mientras no hagas daño al vecino (mínimos), y luego una ética personal donde yo puedo tener mis valores, creencias y principios rectores (ética de máximos), pero donde dichos valores y creencias son de carácter personal y privado. Por tanto, hablamos de una ética personal que excluye cualquier elemento normativo y generalizado. Esto que aparentemente es muy progresista, pues el mundo ya es una «aldea global», deriva en una relativización de todas las cosas, cada persona es un mundo particular y la frase es «¿Quién eres tú para imponer o pretender estar en posesión de la verdad absoluta?». De este modo, todo se enfoca al individuo y su realización personal, lo importante es el individuo y no el grupo, por tanto, lo que primero se empieza a diluir y distorsionar es el concepto de matrimonio y familia, produciéndose una trivialización del mismo, si era indisoluble bajo la ética normativa de la Iglesia católica romana, ahora se puede disolver y cuanto más rápido mejor.

El hedonismo se ha constituido en el valor supremo a consumir, y el relativismo ético, unido a la crisis global que vivimos, provoca que la mayoría de las personas viva una existencia instalada en el presente y su realidad inmediata. La falta de valores absolutos trae como consecuencia que no haya ideales que perseguir, y la falta de ideales trae falta de fe en el futuro, porque cuando el hombre y la mujer no persiguen ni anhelan nada, todo pierde fuerza y sentido. En la vida necesitamos ideales que perseguir, pues las metas y los objetivos nos retan y motivan a seguir adelante. Cuando hay ideales y sueños que perseguir, estos se constituyen en el motor que provee energía y fuerza para luchar, eso es lo que da sentido a nuestras vidas, pues el ideal de la familia nos instala en dos de los roles que más nos realizan como seres humanos: ser esposo/a y padre/madre.

Volviendo al concepto del hedonismo, debemos decir que el principio del placer es un resultado legítimo de la vida, pero visto como un beneficio colateral, nunca un objetivo en sí mismo. El placer es un invento de Dios y no del Diablo. Veamos lo que al respecto afirma el escritor C. S. Lewis en su libro Cartas de un diablo a su sobrino:

«Ya sé que hemos conquistado muchas almas por medio del placer. De todas maneras, el placer es un invento Suyo [de Dios], no nuestro [de los demonios]. Él creó los placeres; todas nuestras investigaciones hasta ahora no nos han permitido producir ni uno. Todo lo que hemos podido hacer es incitar a los humanos a gozar los placeres que nuestro Enemigo ha inventado, en momentos, en formas, o en grados que Él ha prohibido».4

El problema es cuando esta ética de carácter hedonista que apela al imperio de los sentidos se eleva a carácter de valor supremo. Entonces no solo contamina el concepto y la praxis de la vida matrimonial y familiar, sino que llega a impregnar también nuestra percepción de la vida eclesial.

«El cristianismo en la cultura posmoderna se vive en muchos casos desde una perspectiva funcional y acomodada, surge la fe emocional promovida por la importancia del sentimiento y la herencia individualista, insolidaria y superficial de nuestra sociedad. Muchos cultos se suceden desde una dimensión festiva irreal, se busca la experiencia mística, estática, se buscan cultos triunfalistas, pero libres de compromiso directo, en ocasiones como auténticos espectáculos donde solo se persigue estimular los sentidos y crear un ambiente de euforia, que en muchos casos no se corresponde con la vida diaria de sus miembros, a veces con mal testimonio personal y familiar».5

Hasta hace unas décadas, el enfoque de la sociedad era familiar, pero desde que el concepto de posmodernidad o ultramodernidad entró en escena, el enfoque social es laboral y de promoción personal. Hombres y mujeres inmersos en la rueda de sus responsabilidades profesionales, que sacrifican el 90 % de su tiempo y energía en el altar laboral, no quedándoles nada más que las migajas para sus otras y más básicas responsabilidades de esposos y padres. Hombres y mujeres que cuando llegan a casa han consumido no solo la mayor parte de su tiempo, sino que llegan cansados y estresados, siendo más bien candidatos a cenar algo rápido y quedarse dormidos en el sofá de puro agotamiento… ¿Dónde quedó el tiempo para las buenas conversaciones, la cena juntos en pareja o familia, el ocio compartido y el acercamiento afectivo? Con todo este «caldo de cultivo» no nos ha de extrañar el índice de divorcios y la violencia familiar, pues como dice la Palabra «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará».6

III. Ausencia de estructuras de autoridad

Una de las consecuencias de Génesis 3 es que provocó la necesidad de crear estructuras de autoridad, necesidad generada por la falta de responsabilidad, que, entre otras cosas, causó el pecado. Cuando el hombre y la mujer toman del fruto prohibido, la relación consigo mismos, con Dios y entre ellos se rompe y desvirtúa con la entrada de los frutos del pecado: muerte, miedo y dolor.7 Cuando Dios le pide cuentas a Adán sobre si ha comido del fruto prohibido, este acusa a Eva y ella acusa a la serpiente. La psicología del pecado está presente y ninguno quiere asumir su parte de culpa y responsabilidad.

Desde entonces se han hecho necesarias las estructuras de autoridad que nos ayudan a asumir nuestros deberes y nos colocan en una sana jerarquización que nos hace a todos iguales frente a Dios, pero con distintas responsabilidades. En el plano de las relaciones de pareja, Dios establece que el hombre ha de ser cabeza, no como privilegio, sino como responsabilidad, y la mujer ha de «sujetarse»8 al hombre, en las mismas condiciones (¿no suena muy popular hoy en día, verdad?). Sin embargo, en su correcta interpretación, esa es la voluntad de Dios y en ella se dignifica tanto al hombre como a la mujer en un plano de absoluta igualdad.9

Las estructuras de autoridad se dan en todos los ámbitos de la vida y sirven para regular las relaciones y organizar las sociedades dentro de un orden. En las carreteras existen estructuras de autoridad, que son los policías, a los que tenemos que saber sujetarnos y obedecer para que el tráfico funcione. En los pueblos existen estructuras de autoridad, que son los ayuntamientos, necesarios para regular, advertir, ayudar, sancionar y proteger la vida de los ciudadanos. Y en las familias deben existir unas estructuras de autoridad formadas por los esposos, que se deben respeto y apoyo mutuo cada uno en sus distintos roles, y también formadas por la pareja misma en su papel de padres hacia sus hijos. Estar «bajo autoridad» y obedecer, unido a estar «en responsabilidad» y dirigir, son los polos opuestos pero complementarios que cimentan la estructura de una personalidad estable.

Hace apenas 30 años, en la mayoría de los pueblos y barrios de las ciudades, existían al menos 3 estructuras de autoridad que nadie cuestionaba y que cumplían su función: el hogar, la escuela y la iglesia. En el hogar desde luego no se cuestionaba la autoridad de los padres, simplemente se asumía y se obedecía. En la escuela, el maestro era «Don Pedro o Dña. Rosa» y nadie ponía en duda su posición de liderazgo ni le faltaba al respeto. En la iglesia, lo que decía el sacerdote,10 y nunca mejor dicho, aplicando la frase tan popular, «iba a misa». Bien es cierto que en muchos casos era una autoridad mal ejercida bajo la ley de «aquí se hace lo que yo digo y punto», y que sobre esa premisa se han cometido verdaderas atrocidades,11 pero eso no invalida el ejercicio legítimo de una autoridad equilibrada.

IV. Los nuevos modelos familiares

Toda esta convulsión en cuanto a estilos de vida y cosmovisión ha provocado que la aceleración en los cambios sociales haya sido vertiginosa, de tal forma que hoy en día no podemos tener una definición «cerrada» de familia tal y como la hemos entendido hasta la década de los 80, es decir: padre, madre, hijos y familia extendida (abuelos, tíos, primos, etc.). La nueva realidad social abre la puerta a numerosas formas de entender el concepto de familia, y esto al mismo tiempo plantea nuevos retos en lo que atañe a la función educativa de todos sus miembros.

Hasta la década de los ochenta, el modelo familiar normativo era el constituido por la familia tradicional, o más exactamente por la familia natural,12 compuesta por los padres, los hijos y en ocasiones por la familia extensa. A partir de la revolución sexual de los años setenta y de la llegada de la posmodernidad en los ochenta, se producen cambios estructurales en el concepto de lo que es familia. El cambio más drástico no es un cambio de continente (número de miembros que la forman), sino de contenido (quienes la pueden formar). No se trata de variar el número de los miembros del entorno familiar, sino de ampliar a otros supuestos distintos al de pareja heterosexual la propia concepción natural del concepto de pareja. Es decir, los nuevos modelos familiares se caracterizan por la pluralidad de formas de convivencia no sujetas a ninguna restricción moral o ética. Esta nueva realidad abre la puerta a un amplio abanico de formas de convivencia familiar, con las que podemos no estar de acuerdo, pero que ya tienen carta de legalidad, y por tanto debemos conocer y respetar, aunque no las compartamos.

Históricamente la familia se ha fraccionado en tres grandes ramas:

Familia extensa o polinuclear: Formada por el clan familiar incluyendo varias generaciones. Propia de la época patriarcal y de la cultura oriental, donde el padre de familia ostentaba la autoridad manteniendo la unidad familiar. Fue reduciéndose en su contenido hasta normalizarse en su concepción de familia nuclear.

Familia nuclear: Más reducida a padres, hijos y si cabe a los abuelos. Llegó con la revolución sexual de los años 70, que provocó la emancipación de la mujer y su incorporación al mundo laboral, reduciéndose de esta forma el número de hijos por familia, y normalizándose las instituciones de la tercera edad u hogares de ancianos.

Familias posnucleares: Es el nuevo concepto de familia producto de la sociedad posmoderna, donde ya no hablamos de un cambio de continente (mayor o menor número de miembros), sino de un cambio de contenido, pues se cambia la propia concepción del concepto de pareja abriendo la puerta a otras formas de convivencia.

Bajo este concepto pasamos a enumerar los nuevos modelos de familia que hoy existen:

Familias monoparentales: Formadas por solo uno de los progenitores y por los hijos. No nos referimos tanto a personas que se hayan quedado viudas y al no volver a casarse no tengan otro remedio que vivir la «uniparentalidad», sino a personas (mayormente mujeres) que deciden vivir la maternidad o la adopción, sin plantearse ningún tipo de unión estable con su pareja y prefiriendo como familia el modelo monoparental.

Familias reconstituidas: Aquellas parejas que se forman después de divorcios o rupturas anteriores y aportan al nuevo matrimonio los hijos habidos en sus relaciones pasadas.

Familias formadas por parejas de hecho: Aquellas parejas que conviven «de hecho», pero no han legalizado su situación como matrimonio «de derecho», pues de hecho conviven aunque no hayan constituido un matrimonio legalizado civil o canónicamente.

Familias homoparentales: Aquellas familias compuestas por parejas del mismo sexo, y que ya en muchos países cuentan con la posibilidad de adoptar hijos.

Familias comunitarias: Se trata de «familias» formadas por jóvenes que desarraigados de su hogar o familia origen se emancipan y viven agrupados formando lo que se llaman tribus urbanas.

Familias genéticas: Familias formadas por la manipulación genética. Si la ciencia en este campo sigue su avance sin una clara regulación ética,13 podrían darse en un futuro cercano familias a la carta, donde los progenitores elijan las características de sus futuros hijos y donde se abra la puerta al mercado de los niños probeta, los vientres de alquiler, etc.