Epílogo
La esencia de Cristóbal quedó flotando en el aire entre quienes le conocieron, sobre todo en medio de los que compartieron con él de manera más íntima durante los últimos meses, como una forma de devolverles la mano y proveerles de las ganas de vivir que alguna vez le despertaron Claudia, Sara y Marisol.
Sus padres, comprendiendo que su misión recién comenzaba, se desprendieron de la frustración de no haber engendrado más descendencia a través de la cual demostrar su amor por la vida y adoptaron una pareja de niños abandonados en un centro de menores, quienes pagaban el pecado de haber dejado de ser bebés antes de encontrar un hogar que los cobijara. Generosamente los acogieron y convirtieron en verdaderos hijos, abriéndoles las puertas a todas las oportunidades. Ellos fueron la materialización del milagro que significó la vida y el testimonio de Cristóbal en este mundo, prolongando el sentido de su existencia mucho más allá de lo que pudo imaginar. A él recurre hoy cada miembro de la familia, y todos en conjunto, cuando algo no anda como debería, consiguiendo que todo funcione bien otra vez.
Claudia consideró que su nuevo trabajo en el colegio para niños con problemas de aprendizaje era su oportunidad para adentrarse en la realidad de jóvenes que, como Cristóbal, más allá de sus incomprensibles comportamientos, tenían un potencial creativo que debía ser descubierto y guiado desde sus primeros pasos. A raíz de su experiencia con él, había adquirido conciencia de sus limitaciones como maestra. Jamás imaginó recibir de alguien como Cristóbal una lección tan importante, que transformaría completamente su vida. Reconoció su falta de conocimientos en el trato con niños “difíciles”, y que superarse era una obligación para consigo misma y el mundo. Lo ha logrado desempeñándose en aquel lugar habitado solo por ese tipo de criaturas, jurando a diario no dejarse doblegar por el sistema y la mediocridad de sus colegas. Ahora, cada vez que sus habilidades se empañan para atender los requerimientos de algún muchacho que busca desarrollarse libre y querido, invoca a Cristóbal. Al salvar la situación, victoriosa, eleva los brazos al cielo y con sincero afecto le da las gracias.
Ratanacio, por su parte, jamás se conformó con tan dramática partida. Periódicamente va al cementerio a visitarlo y le conversa para ponerlo al tanto de lo que está ocurriendo en el mundo de los vivos, aprovechando de pedirle consejos para aquellas situaciones en que la vida se le pone cuesta arriba. Más de alguien se detiene a observarlo al verlo sentado en posición yoga ante la lápida, gesticulando y discutiendo. No saben qué pensar, pero se imaginan que en las profundidades se encuentra alguien muy importante.
Sara no lo ha podido olvidar, arrepintiéndose todos los días por no haberlo acompañado en los difíciles momentos que vivió. A pesar de tener muchos argumentos para justificarse, no logra encontrar consuelo. Todas las noches al acostarse, luego de rezar, le pide perdón.
Marisol aprendió a luchar contra sus complejos y se puso a dieta, transformándose en una linda chiquilla que, pese a haberlo conocido tan poco, jamás le olvidará, considerándolo el suceso más importante de su vida. Ha tenido varios amigos íntimos, pero ninguno cumple con sus expectativas. La valla dejada por Cristóbal es muy alta. A veces se entristece pensando en que quizás jamás se vuelva a enamorar.
Andrés tuvo que hacer junto al Rata el peso en lo del Centro de Alumnos, y aunque no es muy nombrado en esta historia, fue uno de los mejores amigos de Cristóbal y un gran colaborador. Lo recuerda a diario, en cada una de sus actividades como dirigente. Cada vez que le ponen un impedimento, tratando de detener su osadía, levanta la barbilla y arremete: ¿Y cómo Cristóbal podía?
Raúl, su amigo cura, es quien más lo echa de menos, y aunque se lo ha preguntado muchas veces, aún no descubre por qué.
Por último, todos los que lo conocieron han extrañado su presencia, y aunque jamás pintó para Santo ni algo parecido, quienes pasan frente a su tumba se sienten tocados por su gracia y algo en ellos cambia para siempre.
Si no lo crees, anda y compruébalo...Aunque para los escépticos, parece no haber remedio.