Portada

HOMERO

La peste y la cólera

Rapsodias selectas de la “Iliada”

Traducción y prólogo de ALFONSO REYES

Fondo de Cultura Económica

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 1996
Primera edición electrónica, 2018

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

SIETE CIUDADES en Grecia se disputan el honor de haber sido cuna de Homero, poeta ciego de quien tampoco se sabe la fecha exacta de su nacimiento. Se supone que vivió durante el siglo IX antes de Cristo; se cree con mucha seguridad que fue el autor de la Iliada y la Odisea, largos poemas que constituyen la base de la literatura de la cultura de Occidente.

Al escribir estas extensas narraciones, Homero realizó una suerte de historiografía poética y de arqueología literaria, pues los hechos que refiere pertenecen a un pasado ocurrido cuatro siglos antes de su vida.

En la Odisea, Homero relata el periplo de Ulises y los argonautas las tentaciones de Calipso y la paciente fidelidad de Penélope. La Iliada narra los últimos cuatro días de la guerra entre griegos y troyanos. Paris - Alejandro había raptado a la reina Helena, bella esposa del rey Menelao. Los héroes de la Hélade, capitaneados por Agamemnón, rey de reyes se presentan con sus ejércitos ante las murallas de Troya para reclamar la liberación de Helena.

Héctor y su hermano Paris, hijos del anciano Príamo, rey de Troya, se encargan de la defensa de la ciudad. La batalla no sólo se libra entre los mortales, sino también entre los dioses del Olimpo que toman partido por uno u otro bandos.

FONDO 2000 presenta una selección de las rapsodias que componen la Iliada de Homero, en la traducción que realizara Alfonso Reyes de las nueve primeras rapsodias y que aparece en el tomo XIX de sus Obras completas, publicadas por el Fondo de Cultura Económica. En un exceso de modestia, Reyes calificó su traducción de mero “traslado”, pero en realidad se trata de una magna hazaña editorial, pues tradujo los originales hexámetros griegos —versos de seis sílabas— en alejandrinos, o versos de 14 sílabas.

Prólogo

No leo la lengua de Homero; la descifro apenas. “Aunque entiendo poco griego” —como dice Góngora en su romance—, un poco más entiendo de Grecia. No ofrezco un traslado de palabra a palabra, sino de concepto a concepto, ajustándome al documento original y conservando las expresiones literales que deben conservarse, sea por su valor histórico, sea por su valor estético. Me consiento alguna variación en los epítetos, cierta economía en los adjetivos superabundantes; castellanizo las locuciones en que es lícito intentarlo. Hasta conservo algunas reiteraciones del sujeto, características de Homero, y muy explicables por tratarse de un poema destinado a la fugaz recitación pública y no a la lectura solitaria. Pero adelanté con cuidado y prudencia, sin anacronismos, sin deslealtades. La fidelidad ha de ser de obra y no de palabra. En su versión perdida del debate Por la Corona, decía Cicerón: “No creí necesario traducir palabra por palabra, pero conservé el valor y la fuerza de todas ellas: no las conté, sino las pesé”. Una simple comparación entre mi texto y las traducciones corrientes explicaría por sí sola mi propósito. Sino para fines lingüísticos, mi Homero podrá ser citado sin peligro para todo objeto literario, filosófico e histórico. [...]

Respecto a la autoría de la Iliada, carácter y texto del poema, la doctrina más sana y más nueva puede resumirse así:

1) Hay un poeta, un Homero, que responde de la asombrosa unidad artística de la obra, de su creciente arrastre patético y de su alto sentido moral.

2) Este poeta trabaja sobre leyendas de larga tradición, muy difundidas y aun acaso elaboradas por sus predecesores en poemas más breves.

3) Los hechos reales e imaginarios que narra la Iliada son anteriores a Homero en varios siglos. De las nueve Troyas superpuestas que se han descubierto, la sexta parece corresponder a la Iliada y se supone destruida entre 1194 y 1184 a. C. Algunos sospechan que Homero funde en un solo episodio la destrucción de la sexta Troya y el incendio de la segunda Troya, acaecido por el año 2 000 a. C. Homero es situado entre los siglos IX y VII a. C.

4) Homero aprovecha a su modo los asuntos hereditarios, los dispone y compone, repite sin duda tal o cual frase o fórmula consagrada o celebrada, e inventa, en general, los símiles que no corresponden a la era micénica, a la era de la guerra troyana, sino a su propia época. No es, pues, un mero compilador, sino que ofrece una nueva redacción poética.

5) Homero escoge, en el conjunto de los ternas que acarrea la saga, uno solo: la cólera de Aquiles y sus consecuencias. Ni toda la historia de la guerra troyana, ni tampoco una “Aquileida” completa. Cincuenta y un días en el décimo año de la guerra. De Aquiles sólo averiguamos lo esencial para apreciar su estado de ánimo y los efectos de su pasión. La mayor parte del poema transcurre en ausencia del héroe, y el poeta lo mantiene presente, como una constante amenaza, mediante una serie de alusiones. La Iliada acaba con los funerales de Héctor, y no nos lleva hasta la caída de Troya.

6) El poeta añade, por su cuenta, algunos incidentes que reserva como sorpresa a sus auditrios y a sus patrones.

7) Añade asimismo algunos elementos de interpretación. No en modo discursivo, no hablando por sí, pero a través de las mismas acciones que nos relata.

8) Añade, también, algunos caracteres, cuidándose entonces de describirlos o explicarlos sumariamente; a diferencia de lo que hace para los personajes ya conocidos, que son objeto de una simple mención.

9) Por otra parte, procura sazonar la obra con relatos digresivos, evocaciones y recuerdos de otras leyendas ajenas a su tema, como para ensanchar el espacio y el tiempo, envolviendo en imágenes lejanas el limitado escenario de la Iliada. Y lo hace con singular tino, ya insertando estas digresiones como antecedentes o futuras consecuencias de su acción principal, ya trayéndolas al caso como aleccionamientos o ejemplos, etcétera. Las constantes reminiscencias de Néstor son garrulerías de viejo que ayudan a completar su retrato.

10) Salvo leves y contadísimas excepciones, en que parece exigirlo así la misma enormidad de los errores humanos que el poeta refiere, éste se oculta detrás de sus figuras, cumpliendo fielmente la regla épica de objetivación, como convencido de que los señores que lo alquilan para recitar nada quieren saber de él, sino de los héroes que canta.

11) Procede, además, conforme a una técnica ya dramática: deja que los personajes se pinten solos con sus palabras y sus actos.

12) El poema está redactado en un dialecto “prejónico”, mezclado de eolio, ático, etc., con adjetivos compuestos acaso inventados, obra todo de una tradición poética que Homero viene a coronar, como lo hizo Shakespeare para el inglés isabelino. Hay formas vetustas y prehelénicas que los mismos homeristas alejandrinos no lograron ya descifrar.

13) El poema fue redactado para la recitación, que acaso se hacía con un ligero sonsonete, sin llegar al canto, y se puntuaba con una especie de batuta.

14) La Iliada, a lo largo de las recitaciones seculares, ha sufrido algunas adaptaciones de oportunidad, algunas adulteraciones voluntarias e involuntarias, e interpolaciones de mayor o menor bulto.

15) La versión canónica de la Iliada, fijada siglos después por los críticos alejandrinos, no difiere en nada esencial del texto que hoy se acepta. A él corresponden también con exactitud los motivos tomados a la Iliada por los pintores de vasos griegos.

A. R.

Cuernavaca, noviembre de 1949