Dramatis sanguis



Jorge Fábregas
Teófilo Guerrero

Víctor Castillo










© Jorge Fábregas, Teófilo Guerrero, Víctor Castillo



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isbn 978-607-9046-91-0



Hecho en México

Siete



Jorge Fábregas





Desde 1999, El colectivo (¿de verdad?) Letra en Escena ha publicado un libro de dramaturgia cada SIETE AÑOS. El primer volumen fue editado por la Secretaría de Cultura de Jalisco, a raíz de un taller literario con el generoso maestro Vicente Leñero. El segundo libro, Dramatis cardium, fue publicado en el 2006 por Ediciones Arlequín, con apoyo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco. Ahora, en esta entrega, Letra en Escena cumple el mandato cabalístico: ya pasaron SIETE AÑOS, y nuestro tema en común es la sangre.

Con «Y así», Víctor Castillo explora la intriga, porquería y corrupción de los todopoderosos en México: políticos, medios de comunicación e iglesia. ¿Hay sangre en la política mexicana? Desde luego, pero corre a borbotones en el pueblo que la padece.

Teófilo Guerrero, muy a la Schimmelpfennig, en «Lazos de sangre» recurre a la estrategia dramática de las escenas en espiral, en donde el tiempo se repite y se le agrega infinitesimalmente algo nuevo con cada cuadro. Sangre de civiles que están en medio de un fuego cruzado de plomo e intereses entre el crimen organizado y el gobierno.

Un petardo puede estallar en China y aquí oleremos el humito. En «Chuy global» Jorge Fábregas presenta a un «buen zapopano» que sin proponérselo queda en medio de dos gigantescos intereses de la globalización: el poder imperial y el tráfico de drogas. Chuy chapotea en ese inmenso charco de sangre, pero no sabe nadar.

Aquí está Dramatis sanguis, un buen ejemplo de los alcances universales de la dramaturgia jalisciense.






Y así…
Obra en cinco escenas

Víctor Castillo

Personajes

UNO

DOS

DEMETRIO

VICTORINO

OLEGARIO

HERNANDO

MARCELA

PACO

FÉLIX

Escena uno





Día dos, 23:00 hrs. Personajes Uno y Dos en la puerta de entrada de la casa de Demetrio.



UNO: ¿Sí?

DOS: Ya, llega.

UNO: Ahí lo tienes.

DOS: Bien.

UNO: ¿Seguro que es él?

DOS: Sí, es él. Seguro.

UNO: ¿Ninguna sospecha?

DOS: Ninguna.

UNO: Qué esperas para entregar la tarjetita.

DOS: Aquí tiene este sobre…

DEMETRIO: ¿…?

UNO: No quiere tomar el sobre.

DOS: Tome el sobre…

UNO: Oblígalo a tomar el sobre…

DOS: Dije que tome el sobre…

UNO: En estos casos un balazo es el mejor argumento…

DOS: Take the fucking envelope!

UNO: Ahora ya está tomando el sobre, despacio, te mira con recelo, mira con sospecha el sobre, lo ve por ambos lados… Parece que no quiere abrir el sobre.

DOS: Abra el sobre.

UNO: No abre el sobre.

DOS: Open the fucking envelope! ¡Chingada madre!

UNO: Ya abre el sobre, despacio. Da una fumada a su puro, se peina la barba, se acicala el bigote, suelta un suspiro junto con el humo del puro, y hasta el humo parece que se va despacio, en cámara lenta.

DOS: Lea el mensaje.

UNO: Inicia la lectura. Poco a poco va abriendo sus ojos todo lo que puede, mientras va leyendo lo que dice la tarjetita, se queda pasmado, inmóvil, con la mano en el puro, el puro en la boca, la boca llena de humo, el humo en los ojos y los ojos en la tarjetita… ¿Le tiembla la quijada?… ¿Le tiembla el pie?… ¿Le tiembla la mano?… ¿Le suda la frente?… ¿Se le seca la boca?… Parece que se le agita la respiración, quizá suda, o quizá se le va el aliento, o tiembla, o le dan ganas de orinarse, o de cagarse en los calzones de su traje tan fino, tan fino de París… Quizá rece, quizá vea pasar frente de sí su vida en un segundo, como dicen, cuando uno está a punto de morir. Quizá, sabrá dios, cada quien, cada quien su santo, y su manera de morir.

DOS: ¿Alguna duda?…

DEMETRIO: ¡…!

UNO: No responde.

DOS: ¿Está claro?

UNO: O no quiere responder.

DOS: No es necesario que responda, sólo quiero que le quede claro.

UNO: ¿Dónde estarán sus guardaespaldas?

DOS: El jefe mandó dar la orden de que lo dejaran solo esta noche.

UNO: Con el puro todavía en su boca, el viejo de la barba vuelve sus ojos y los clava en la tarjetita, queda como una estatua.

DOS: ¿Quedó claro?…

UNO: Quizá tenga alguna duda.

DOS: ¿Alguna duda?

UNO: Parece que le queda claro.

DOS: Más le vale.

UNO: ¿Habrá balazos de por medio?

DOS: No.

UNO: Ya me estaba emocionando.

DOS: Pues no habrá.

UNO: Que chingón sería que le pusieras uno, sólo uno entre ceja y ceja, sólo uno, se lo merece.

DOS: Claro que se lo merece, pero ni uno.

UNO: ¿Ni al final?

DOS: No lo sé aún, al menos no es la orden, no conozco el final.

UNO: Sería un buen final, un final justo.

DOS: Tal vez.

UNO: ¿Y entonces para qué tienes tu pistola apuntando a su cabeza?

DOS: Es sólo una advertencia, y para que sepa de qué se trata, de que esto va en serio, de que mis jefes saben de sus pasos.

UNO: ¿Si no vas a usar la pistola para qué la sacas?

DOS: Para asustar.

UNO: Esos sustos de poco sirven, solo dan respiro al difunto.

DOS: No será el caso.

UNO: Dispárale.

DOS: No.

UNO: Dispara o arrepiéntete.

DOS: Esa no es la orden.

UNO: ¿Arrepentirse o disparar?

DOS: Disparar.

UNO: Pues mala orden, después se arrepentirán.

DOS: Todo está calculado.

UNO: Eso se cree a veces, todo calculado y de repente salta la liebre, brinca la rata, el águila vuela, la paloma se caga en el muy chingón, el caballo se desboca, el tigre brinca, emerge el tiburón, la hiena ataca, la pantera mide el salto matemáticamente, salta, y en cámara lenta da el zarpazo y te degüella, y caes, caes en un hoyo oscuro lentamente escuchando el eco de las ráfagas, y piensas que
de nada sirvió lo que se planeó, que de nada sirvió orden alguna, ni el arsenal completo para las emergencias, y caes, y caes, y caes como un cándido y tierno conejito blanco.

DOS: No puedo hacer más, sólo amenazar, y llevármelo a que suba al helicóptero: esa es la orden.

UNO: Yo que tú disparaba.

DOS: Yo que tú me callaba.

UNO: Yo disparaba.

DOS: Ya, cállate.

UNO: Dispara.

DOS: Ya te dije que ésa no fue la orden, y cállate el hocico.

UNO: ¿Y si arde después la cosa?… ¿Y si te arrepientes de no haberlo hecho? ¿Y si quien te mandó se da de topes por idiota, y te culpa por ser tú de poca iniciativa y te deja inconsciente en el piso por los cachazos descargando su coraje? ¿O si eres tú el que mañana amanece con el tiro en la cabeza? ¿O desollado porque ya no les eres útil? ¿O colgado de un puente en la avenida principal? O con un brazo por aquí, una pierna por allá, tu cabeza en una bolsa negra más acá y el resto de tu cuerpo disuelto entre los ácidos… ¿Y si escuchas el canto de serafines y querubines el resto de la eternidad?

DOS: ¿Y si te callas el hocico?

UNO: ¿Y si mejor jalas el gatillo ahora y te ahorras el tiempo de subirlo al helicóptero, te quitas de problemas, dilemas y dices a tu jefe que todo fue un accidente, que se te olvidó poner el seguro a la pistola, o que forcejearon cuando se asustó, o alguna mamada de esas? Ya van muchos helicópteros caídos, ya nadie se los va a creer.

DOS: Vámonos con calma, que todo tiene un precio.

UNO: Todo tiene un tiempo, y un espacio, y un lugar, lo demás es nada… Haz recuento… ¿Eclesiastés?… ¿O el evangelio de San Juan?… ¿O los proverbios de Salomón?… Siempre me revuelvo…

DOS: Si no opones resistencia no habrá ningún problema, viejito… Pon las manos atrás, relájate, cara de santa clos, voltéate, muévete despacio… y tira ese pinche puro apestoso, que ese olor me pone de malas… cualquier movimiento brusco y te disparo… que te saco los sesos, viejito… que soy cabrón y te disparo…



Oscuro.



Muévete despacio, despacio, viejito, vámonos despacio… ¡Que tires ese puto puro!



Se escucha un disparo.

Escena dos





Día uno, 22:00 hrs. Demetrio, Olegario y Hernando en casa de Victorino y su esposa Marcela.



—Y, ¿qué vamos a tomar ahora?

—Elijan lo que les guste, y sírvanse a placer.

—Chingón tu sombrero.

—No más que tus trajes y tus puros.

—¿Qué te puedo decir?

—Aceptarlo.

—¿Y quedarme con la cara de idiota?

—Tú lo dijiste.

—Tú lo insinuaste.

—Para el caso es lo mismo.

—Sólo le puse palabras a lo que te imaginaste.

—Le pusiste palabras a lo que tú creíste que yo me imaginé.

—Ya estamos hablando como intelectuales maricones.

—Como carretoneros.

—El brandi suelta la boca.

—No es brandi, es coñac.

—Siendo de uva, da lo mismo.

—Por muy de uva que sea no es lo mismo un tinto o un brandi, que un coñac.

—Marcela.

—Señora.

—Mil disculpas por este lenguaje de pepenadores.

—Hay confianza.

—Coyotes de la misma loma, tejones, tepocatas, víboras prietas.

—Al grano.

—¿Llegaron todos?

—Sí.

—Demetrio, Hernando, y su santidad, el arzobispo don Olegario.

—Yo bendigo esta santa reunión in nomine patri, e filie e spiritu santi.

—Amén.

—Marcelita, a sus órdenes.

—Finalmente pudimos hablar, aquí Victorino les dirá: platícales, hijo.

—¿Y qué le dijiste?

—No le he dicho nada, si ni el teléfono me contesta.

—¿Y ya le mandaste mensaje?

—Mensaje por celular, mensaje con Paco, mensaje con Mari Luz a través de Marcela.

—¿Ya te habla, Marcelita?

—Todavía no.

—Pero le dije a mi vieja que hiciera el intento, un poco de esfuerzo, y que a la primera ocasión fuera al grano.

—¿Y qué pasó?

—¿Nada?

—Nada, nada de nada, si se lo he venido diciendo a Victorino desde hace meses.

—¿Y para qué creen que los invité ahora, para jugar a la canasta?

—Victorino, di lo que hemos platicado después que hablé con Mari Luz.

—Mis amigos, ya ustedes saben las fregaderas que hemos tenido que sortear desde que dejé la presidencia, por eso mismo tenemos que ponernos de acuerdo para impulsar al compañero de nuestro grupo que merece ser el próximo presidente de la república. Ya he intentado platicar del tema, hacerle la propuesta al chaparro este, pero el muy mal agradecido ha llegado al extremo de no hacerle caso a nadie.