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APOCALIPSIS, LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO

Dr. Kittim Silva Bermúdez, B.A., M.P.S., D. Hum., D.D.

EDITORIAL CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: libros@clie.es

http://www.clie.es

© 2014 Kittim Silva Bermúdez

Esta obra, Apocalipsis, la revelación de Jesucristo, está basada en la edición original de 1985

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org <http://www.cedro.org> ) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra».

© 2014 Editorial CLIE

APOCALIPSIS, LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO

ISBN: 978-84-8267-945-7

COMENTARIOS BÍBLICOS

Antiguo Testamento

Referencia: 224865

El RVDO. KITTIM SILVA BERMÚDEZ, M.P.S., D. HUM., D. D. es puertorriqueño radicado en Nueva York. Su formación académica es amplia y excepcional: Graduado en el Inst. Bíblico Internacional, Inc., N.Y. (1974); Theological Seminary N.Y. (1976); (B.A.) del College of New Rochelle (1980); Maestría (M.P.S.) en Theological Seminary N.Y. (1982). Profesor Honoris Causa en Teología (1994), Doctor Honoris Causa en Humanidades (1998) por la Universidad Evangélica de la Rep. Dominicana y Doctor Honoris Causa en Divinidades otorgado por la Latín University de California (2001).

El obispo Kittim Silva ha sido profesor de escatología en el Instituto Bíblico Internacional, especializándose en el estudio e interpretación del libro de Apocalipsis.

Ministro ordenado en el Concilio Internacional de Iglesias Pentecostales de Jesucristo, Inc., desde 1974. Fue ordenado al completo ministerio por los reverendos W. R. Rasmussen y James A. Cymbala (del Brooklyn Tabernacle). Obispo/Presidente de su organización por unos 20 años. Ha servido en el Ejecutivo del mismo, 25 años. Y ha ejercido la docencia teológica con el Instituto Bíblico Internacional por tres décadas.

Miembro fundador de Radio Visión Cristiana Internacional, Inc., sirviendo como presidente (1994 al 2001). Trabajó con el Comité de A.V.A.N.C.E. en 2009. Desde 1984 es anfitrión del programa radial y de TELEVISIÓN «Retorno», en los condados de la ciudad de Nueva York.

ÍNDICE GENERAL

Portada

Portada interior

Créditos

Rvdo. Kittim Silva Bermúdez

Abreviaturas

Prefacio

PRIMERA DIVISIÓN «Las cosas que has visto»

1. La revelación de Jesucristo (Apocalipsis 1:1-20)

SEGUNDA DIVISIÓN «Las que son»

2. Las siete iglesias (Apocalipsis 2:1-29 y 3:1-22)

TERCERA DIVISIÓN «Las que han de ser después de estas»

3. El trono en los cielos (Apocalipsis 4:1-11)

4. El rollo con siete sellos (Apocalipsis 5:1-14)

5. Juicio de los sellos (Apocalipsis 6:1-11)

6. Los salvados durante la gran tribulación (Apocalipsis 7:1-17)

7. Las primeras cuatro trompetas (Apocalipsis 8:1-13)

8. Quinta y sexta trompetas (Apocalipsis 9:1-21)

9. El ángel con el librito en su mano (Apocalipsis 10:1-11)

10. El templo y los dos testigos (Apocalipsis 11:1-14)

11. La mujer, su simiente y el dragón (Apocalipsis 12:1-17)

12. El anticristo y el falso profeta (Apocalipsis 13:1-18)

13. Comunión y juicio (Apocalipsis 14:1-20)

14. La preparación para las copas (Apocalipsis 15:1-8)

15. Las siete copas de la ira de Dios (Apocalipsis 16:1-21)

16. La Babilonia religiosa (Apocalipsis 17:1-18)

17. La Babilonia comercial (Apocalipsis 18:1-24)

18. Una nota de triunfo (Apocalipsis 19:1-24)

19. El reinado milenario del Cordero (Apocalipsis 20:1-15)

20. El nuevo orden eterno (Apocalipsis 21:1-27)

21. Conclusión apocalíptica (Apocalipsis 22:1-22)

Epílogo

Bibliografía

ABREVIATURAS

BA

Biblia de las Américas

BJ

Biblia de Jerusalén

DHH

Dios Habla Hoy

NBE

Nueva Biblia Española

NBL

La Nueva Biblia Latinoamericana

NC

Sagrada Biblia

NTV

Nuevo Testamento Viviente

NVI

Nueva Versión Internacional

RV

Reina Varela, versión clásica

VM

La Santa Biblia, Versión Moderna

PREFACIO

El Apocalipsis ha sido para mí un libro interesantísimo. Lo he predicado y lo he enseñado. Cada vez que vuelvo a leerlo mi interés por el mismo se intensifica. Vivo enamorado de su composición literaria, de su lenguaje literal y figurativo y de su enfoque escatológico.

En el año 1973 fui expuesto al mismo a través de un estudio sistemático dirigido por mi profesor, el reverendo William Torres. Poco me imaginaba el que yo mismo en septiembre de 1974 comenzaría a enseñar sobre tan profundo libro. A partir de ese año hasta el año 1980 dicté conferencias audiovisuales sobre el Apocalipsis.

Durante los años que diserté sobre escatología produje algún material escrito que compartí con mis estudiantes. Ante la insistencia de muchos de ellos he decidido compartir con otros lectores algunas de nuestras reflexiones sobre el libro de Apocalipsis.

Consciente estoy que sobre el raudal de libros que se han escrito sobre el Apocalipsis uno más sería insignificante. No obstante, creo que nuestro intento no será infructuoso. Oro a Dios para que algún día este libro sea una fuente de bendición a muchos lectores.

No podría pasar por alto a mi esposa, la Dra. Rosa M. Silva, pastora, educadora y consejera cristiana, quien supo comprender la necesidad que yo tenía hace tres décadas atrás de escribir este libro en aquellos años que ni soñábamos con la tecnología que tenemos hoy día. Era todo realizado en mecanografía, cortando con unas tijeras y pegando literalmente. Las versiones bíblicas las ponía sobre la mesa del comedor y así las comparaba. Hoy todo es tan fácil… Pero gracias doy a Dios por eso.

También deseo reconocer a mis dos hijas, Janet, nuestra primogénita, casada con David Soto, ahora padres de nuestro nieto Josiah Kittim Soto. A mi hija Aimee Rebeka, quien nos asiste en las labores de oficina.

Deseo también reconocer al reverendo Flor Cruz, director del Instituto Bíblico Internacional, donde Dios me concedió ser maestro. Su sinceridad ha fertilizado nuestra amistad.

Esta nueva edición corregida toma lugar 30 años después de la edición original. Lo que he hecho es actualizar algunos datos, pero siempre manteniendo los pensamientos originales con la frescura literaria que le caracteriza.

Sea este libro una ofrenda de gratitud al Señor Jesucristo, sin cuya ayuda nada hubiera sido posible. Que en cada página sea yo «menguado» para que Él «crezca». Que la unción del Espíritu Santo haga viva y penetrante cada palabra escrita.

El Autor

PRIMERA DIVISIÓN

«Las cosas que has visto»

CAPÍTULO 1

La revelación de Jesucristo (Apocalipsis 1:1-20)

«Apocalipsis» no es una palabra castellana, sino griega, significa «revelación». El libro comienza con la frase «la revelación de Jesucristo». Comúnmente se le llama a este libro «la revelación de Juan»; lo correcto es llamarle «la revelación de Jesucristo». Esta revelación se originó en Dios, el Padre, este se la dio a Cristo, Cristo la envió y se la declaró a Juan por medio de un ángel. El texto lee: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto, y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan» (Apocalipsis 1:1).

El escritor del libro

Juan, el apóstol, fue el escritor de este libro. Era hijo de un tal Zebedeo (Mateo 4:21) y de Salomé (Mateo 27:56); hermano de Santiago el Mayor, de Betsaida, pescador, como su padre (Mateo 4:21). Su padre era acomodado; tenía jornaleros (Marcos 1:20), poseía por lo menos una barca y pescaba con red (Mateo 4:21). Su madre servía a Jesús (Mateo 27:56). Fue antes discípulo de Juan el Bautista (Juan 1:25-40), y luego llamado por Jesús al apostolado (Marcos 1:19). Junto a su hermano Santiago y con Simón Pedro formó parte del círculo íntimo de Jesús, testigos de la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:37), de la transfiguración sobre el monte Tabor (Marcos 9:2), y de su agonía en el huerto de Getsemaní (Marcos 14:33). A Juan se le conoce en el cuarto evangelio como «el discípulo amado» (Juan 13:23, 19:26, 20:2, 21:7, 20). En la última cena se reclinó sobre el pecho de Jesús (Juan 13:23). A él Jesús le encomendó su madre (Juan 19:27). Juan fue el único apóstol que estuvo junto a la cruz de Jesús (Juan 19:26).

En el año 95 o 96 fue deportado a la isla de Patmos por Domiciano, por la predicación de la «palabra de Dios» y por dar testimonio de Jesucristo (Apocalipsis 1:19). Después regresó a Efeso y murió a una edad muy avanzada.

La isla de Patmos

He visitado la isla de Patmos cinco veces. Es una pequeña isla rocosa situada en el mar Egeo frente a la provincia de Caria, en el suroeste de Asia Menor. Esta isla fue usada por los romanos como lugar de destierro para los criminales. En el día presente, allí existe un monasterio sobre una colina, que según la tradición en su ubicación tiene una caverna que fue donde Juan recibió las revelaciones apocalípticas.

En las circunstancias más terribles y desoladoras para Juan se cumplió ese versículo bíblico: «A los que aman a Dios todas las cosas les obran para bien» (Romanos 8:28). Patmos fue el contexto para el Apocalipsis.

El medio de la revelación

En Apocalipsis 1:1 leemos: «Y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan». A través de todo el Apocalipsis la actividad de los ángeles se hace patente. Por eso es necesario saber algo de su naturaleza, personalidad y obras.

Los ángeles son seres creados por Dios, hechos de la nada por su poder. Fueron creados antes que el hombre, reconociendo que son creación de Dios, no aceptan adoración (Apocalipsis 19:10, 22:8, 9). Tienen cuerpos espirituales, es decir, no tienen cuerpos humanos (Hechos 1:10-11). No mueren, el Señor Jesucristo dijo: «Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles…» (Lucas 20:36). El Señor, mediante la inmortalidad de los ángeles, ilustraba a los saduceos que los que resuciten no han de morir jamás, serán inmortales. El número de ángeles es incontable (Daniel 7:10; Mateo 26:53; Hebreos 12:22).

La personalidad de los ángeles es ejemplar. En el cielo hacen la voluntad de Dios (Mateo 6:10). Son fieles adoradores de Dios (Hebreos 1:6). Su sabiduría es superior a la humana (1.a Pedro 1:12).

Las obras de los ángeles son maravillosas. Son los que ejecutan la voluntad de Dios para cuidado de los creyentes: «¿No son todos espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?» (Hebreos 1:14). Ellos ejecutan los juicios de Dios (Génesis 19:1-32). Entre sus funciones en el Apocalipsis podemos mencionar: siete ángeles poderosos tocarán durante la gran tribulación las siete trompetas de juicios (Apocalipsis 8:2, 6). Siete ángeles arrojarán sobre la tierra siete tazones de juicios (Apocalipsis 16:1 ss.). Un ángel aprisionará a Satanás en el abismo (Apocalipsis 20:1). El arcángel Miguel y sus arcángeles arrojaron del cielo a Satanás y a los ángeles caídos; en los días de la gran tribulación les van a arrojar a la tierra (Apocalipsis 12:7-12). Después los van a confinar al abismo, y por último al lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10).

Triple bienaventuranza (Apocalipsis 1:13)

Hay una triple bendición de bienaventuranza al leer, oír y guardar las enseñanzas del libro del Apocalipsis. Lee como sigue: «Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca».

Este versículo le acerta un golpe certero al tabú que se ha levantado sobre el Apocalipsis. Al contrario, invita a todo el que pueda leer a estudiarlo, a escuchar predicaciones y estudios sobre el mismo, y más que todo, a atesorarlo. Es la voluntad divina que sus siervos sepan lo que Dios va a hacer en relación con este mundo apóstata y blasfemador. En Amós 3:7 leemos: «Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas».

Saludo a las siete iglesias (Apocalipsis 1:4-8)

«Juan, a las siete iglesias que están en Asia: “Gracia y paz a vosotros del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono”» (Apocalipsis 1:4).

En los días de Juan, estas siete iglesias eran siete congregaciones que existían en lo que se conocía como el Asia Menor (no el continente). La historia de la Iglesia, desde que comenzó en Pentecostés hasta la revelación de Jesucristo, se resume en estas siete iglesias.

La expresión «del que es y que era y que ha de venir» presenta algunas enseñanzas. Primero, «del que es», eternidad. Segundo, «y que era», inmutabilidad. Tercero, «y que ha de venir», retorno a la tierra. En Hebreos 13:8 leemos: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos». Él, siendo inmutable, hace que sus promesas tampoco cambien. Él «ha de venir en secreto para su Iglesia» (1.a Tesalonicenses 4:16-17); a esta venida se la conoce como el rapto o traslación. Jesús vendrá públicamente para el mundo en su revelación (Apocalipsis 1:7).

La plenitud del Espíritu Santo se prefigura en la declaración «y de los siete espíritus que están delante de su trono». El Espíritu Santo es pleno, total y abarcador.

En el versículo 5 se describen tres oficios del Señor: profeta, sacerdote y rey. Lee el texto así: «Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra…». El profeta Isaías dijo: «He aquí yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones» (Isaías 55:4). Como profeta, Jesús se hizo «el testigo fiel». Como «el primogénito de los muertos», Él hizo su labor sacerdotal muriendo como cordero y presentándose al Padre como sacerdote, luego resucitó, como primicias garantizando la resurrección a todos los creyentes (1.a Corintios 15:20-24). En su revelación, Jesús afirmará su señorío como «el soberano de los reyes de la tierra».

A través de Cristo somos hechos «reyes y gobernadores para Dios» (Apocalipsis 1:6). Reyes porque en el milenio gobernaremos con Él. Sacerdotes porque podemos interceder ante la misma presencia de Dios cuando oramos.

La visión de Patmos (Apocalipsis 1:9-18)

La frase «en el día del Señor» (Apocalipsis 1:10) se escribe en griego kuriakos, y se ha traducido erróneamente «domingo». Aunque lo cierto es que «el día del Señor» parece referirse a este día en particular. Jesús resucitó en domingo, se manifestó a sus discípulos en días de domingo, y envió el Espíritu Santo en domingo, pero hay quienes entienden que se refiere al día (o tiempo) de su venida.

Juan «estaba en el Espíritu». Por esto debemos entender un estado espiritual producido por el mismo Espíritu Santo. Ese día, él nos dice «y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta». Esa voz es la del Señor Jesús, que le habló a Juan estando este de espaldas.

Jesús le dijo: «Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea» (Apocalipsis 1:11). El alfa y la omega son la primera y la última letras del alfabeto griego, como la A y la Z lo son del castellano. El Señor es principio y fin de todo. En Él las cosas comienzan y en Él terminan. El apóstol recibió la orden de escribir lo que veía. No era un analfabeto.

Juan, inquieto por aquella voz, decide volverse de su posición. Dice él: «Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y vuelto vi siete candeleros de oro» (Apocalipsis 1:12). Los siete candeleros simbolizan las siete iglesias (Apocalipsis 1:20).

La visión de Jesús

«Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre» (Apocalipsis 1:13). Para el apóstol no fue ningún problema el identificar al personaje de esta visión. Jesús, «en medio de los siete candeleros» indica que el Señor se pasea y está en medio de sus iglesias, no importando su tamaño o ubicación geográfica o estado económico. «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre», dijo Jesús, «allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20).

«Vestido de una ropa que llegaba hasta los pies» (Apocalipsis 1:13). Estas vestiduras señalan la labor sacerdotal de Cristo. En Hebreos 9:11 leemos: «Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación».

«Ceñido por el pecho con un cinto de oro» (Apocalipsis 1:13). Entre las vestiduras que usaba el sumo sacerdote en el Antiguo Testamento se puede mencionar: el efod de oro hecho de lino torcido y teñido de azul, púrpura y carmesí. Era una obra esmerada. Se sujetaba por un cinturón o cinto fabricado de los mismos materiales (Éxodo 28:8-9). El efod tenía dos hombreras, y sobre ellas tenía dos piedras de ónice, grabadas con los nombres de los hijos de Israel. Todo esto era un recordatorio al sumo sacerdote de que estaba ministrando a favor del pueblo (Éxodo 28:9, 12).

El cinto de oro que ceñía a Cristo simboliza su obra y ministerio intercesorio en favor de los creyentes, recordándose siempre que Él tiene que abogar por ellos (1.a Juan 2:1; Isaías 11:5, 42:1-4; Filipenses 2:5-8). «Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve» (Apocalipsis 1:14). El color blanco simboliza pureza, gloria, santidad y, sobre todo, representa la justicia y el perdón de Dios (Isaías 1:18). Puede que también signifique la eternidad del Señor (Juan 1:1; Hebreos 13:8).

«Sus ojos como llama de fuego» (Apocalipsis 1:14). En el original griego, según algunos comentaristas, parece rendirse, «sus ojos arrojaban fuego». La Nueva Biblia Española traduce «sus ojos llameaban». Jesús se indigna ante un cuadro desordenado de sus criaturas. Más adelante, en el desarrollo apocalíptico, entenderemos la indignación del Señor.

«Sus pies eran semejantes al bronce bruñido refulgente como en un horno» (Apocalipsis 1:15). Esto nos habla del juicio que Cristo traerá en su revelación después de la gran tribulación, cuando pisará el lagar de la ira de Dios trayendo juicio y desolación a los impíos y pecadores que estén sobre la tierra (Apocalipsis 14:20; Isaías 63:1-6).

«Su voz como estruendo de muchas aguas» (Apocalipsis 1:15). He tenido la bendición de visitar las cataratas del Niágara. Recuerdo haber caminado debajo de las cataratas que están en el Canadá y aproximarme en bote a las dos cataratas, la americana y la canadiense. Si algo me impresionó fueron las caídas de las aguas sobre el vacío, encontrándose luego con el otro cuerpo de agua, haciendo un ruido ensordecedor. De estas características se produce energía hidroeléctrica tanto para el Canadá como para los Estados Unidos.

La voz estruendosa que oyó Juan, simbolizada por muchas aguas, parece indicar el poder creativo, regenerador y desplazador de las palabras de Jesús. Él tiene autoridad en todo lo que dice.

«Tenía en su diestra siete estrellas» (Apocalipsis 1:16). Las siete estrellas simbolizan los ángeles de las siete iglesias (Apocalipsis 1:20). La palabra «ángel» en griego es angelos, significa «mensajero». En este caso denota a los pastores de las siete iglesias.

El estar las siete estrellas en la mano derecha de Cristo significa la autoridad, dominio y protección del Señor para con los pastores. Ellos deben hablar siempre la palabra de Dios (acciones y dichos), procurando que los creyentes imiten su fe (Hebreos 13:7). Los pastores son responsables de las almas bajo su cuidado, velando por ellas, pero es responsabilidad de los creyentes obedecerlos y sujetárseles (Hebreos 13:7).

«De su boca salía una espada aguda de dos filos» (Apocalipsis 1:16). Esta espada no es manejada por la mano, sino que sale de la boca. Es la palabra de Cristo, la cual es omnipotente en ejecutar su voluntad sobre los pecadores. Es la espada del Espíritu suyo (Efesios 1:17).

La espada tiene doble filo, habla de la doble eficacia de la palabra del Señor. Esta corta en el mundo condenando sus pecados. Y en la Iglesia condena las faltas de esta amonestando y exhortando. Ese filo todopoderoso corta en la vida del creyente todo aquello que le impide gozar a plenitud la presencia de Dios.

«Su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza» (Apocalipsis 1:16). Cuando mayor fuera resplandeciente tiene el sol es al tiempo del mediodía. Durante este tiempo sus rayos solares nos hacen más conscientes de su presencia, aunque durante todo el día esté presente. El mundo, hoy día, no quiere estar consciente de la presencia de Cristo, pero llegará el día en que han de sentir la fuerza del resplandor de ese «sol de justicia» (Malaquías 4:2-4).

El sol sustenta la vida de la naturaleza. De igual manera Cristo sustenta la vida espiritual del creyente. El creyente debe reflejar la imagen del Señor, así como la luna, no teniendo luz propia, refleja la luz del sol (Mateo 5:14-16).

Resultado de una visión

Como resultado a la gloriosa visión que Juan tuvo, él nos dice: «Cuando le vi caí, como muerto, en sus pies. Y Él puso su diestra sobre mí, diciéndome: “No temas, yo soy el primero y el último, y el que vivo y estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”» (Apocalipsis 1:17-18).

Es significativo que Daniel, en el año tercero de Ciro, rey de Persia, tuvo una visión semejante a la de Juan (Daniel 10:1-6). Al igual que este, Daniel se desmayó. En Daniel 10:8-9 leemos: «Yo solo veía la visión; la gente que estaba conmigo, aunque no veía la visión, quedó sobrecogida de terror y corrió a esconderse. Así quedé solo; al ver aquella magnífica visión me sentí desfallecer, mi semblante quedó desfigurado, y no lograba dominarme. Entonces oí el ruido de palabras, y al oírlas caí en un letargo, con el rostro en tierra» (NBE).

Notemos que Jesús puso su diestra sobre Juan, mientras le impartía valor diciéndole: «No temas…». El Señor le recuerda a Juan que él es principio y fin de todo. Además le confirma la realidad de su resurrección: «Y el que vivo y estuve muerto…». Los que creen en Jesús también vivirán eternamente. «Y tengo las llaves de la muerte y del Hades»; esto habla del poder que Jesús tiene sobre el infierno. Satanás y sus ángeles caídos (demonios) y todos los hombres que persistan en seguirle, ya están sentenciados a eterna reclusión en el infierno (Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10, 15; 21:8).

En ese caso de Daniel se nos dice: «Una mano me tocó, me sacudió poniéndome a cuatro pies. Luego me habló: “Daniel, predilecto: fíjate en las palabras que voy a decirte y ponte en pie, porque me han enviado a ti”. Mientras me hablaba así, me puse en pie temblando» (Daniel 10:10-11, NBE).

Daniel fue tocado por el ángel Gabriel, y mientras el ángel le hablaba Daniel tenía sus ojos puestos en tierra y estaba enmudecido (Daniel 10:12-15). Los labios de Daniel fueron tocados «por una figura humana» (NBE) y él pudo hablar. Luego fue de nuevo tocado para que se fortaleciera (v. 18). A Daniel se le llamaba «el muy amado». Juan era conocido como «el discípulo amado».

Saulo de Tarso, quien posteriormente llegó a ser el apóstol Pablo, viajaba camino a Damasco, repentinamente fue rodeado por un resplandor del cielo, cayó a tierra, viendo al Señor Jesucristo, y también lo oyó hablarle (Hechos 9:1-7; 1.a Corintios 15:8).

Lo que Daniel, Pablo y Juan habían visto les hizo caer en tierra. Ante la sublimidad de la gloria celestial sus fuerzas humanas flaquearon. Ante la presencia de Dios tiembla toda la tierra (Salmo 114:7).

SEGUNDA DIVISIÓN

«Las que son»